jueves, 2 de agosto de 2018

Acerca de "Gabriel García Márquez: Una vida" de Gerald Martin



Terminé "Vivir para contarla", las memorias de Gabriel García Márquez, con ganas de más. Quiero decir con ganas de enterarme más cosas de él porque Gabo no lo cuenta todo sino solo el periodo de su vida desde sus inicios hasta su partida de Colombia, a mediados de los años 50, para convertirse en un itinerante del mundo. Queda claro que se trata de un primer volumen de otros tantos que lamentablemente no llegarán.
Pero a falta de más memorias bueno es una excelente biografía, en este caso "Gabriel García Márquez: Una vida" de Gerald Martin.
"... Una Vida" lo abarca todo, por eso me apuré en la lectura de lo ya conocido, o sea los capítulos que coinciden cronológicamente con "Vivir para contarla", para concentrarme de lleno en todo lo siguiente que no abarcó las memorias, las que además me habían dejado con la frustración de no "ver" a Gabo convertirse en una personalidad de renombre, llegando a lo mucho a ser un periodista más o menos reconocido con dos primeras novelas publicadas de dudosa calidad, calificativo en el que están de acuerdo tanto críticos como, en su momento, el mismo Gabo.
También de acuerdo lo está el autor, Gerald Martin, quien aun siendo cercano a GGM y admirándolo (poderosas motivaciones para escribir una biografía de más de 600 páginas) es objetivo resaltando lo bueno y señalando lo malo (sin llegar a ser condenatorio tampoco). Cuestiona por ejemplo la poca mención que hace Gabo de su padre en sus memorias y el de a veces querer "quedar bien con todos" al dar declaraciones ambivalentes sobre ciertos temas.
Y con "todos" me refiero a su poderoso círculo social: presidentes, dirigentes, intelectuales... selecto grupo que se empezó a formar tras la publicación de "Cien Años de Soledad". Hasta que leí esta biografía no tenía idea del nivel del impacto de esa novela cuando apareció en las librerías por primera vez a finales de los años 60. Fue la tercera en llegar (1967) luego de "La Ciudad y los Perros" de Vargas Llosa (1962) y "Rayuela" de Cortázar (1963), y aún así fue la que verdaderamente consolidó al "boom" de la literatura latinoamericana, aunque su trascendencia sería tal que se alejaría de ellas para crear su propio fenómeno mundial, ganándose calificativos que la comparaban con El Quijote.
La fama y el dinero le llegarían a raudales a García Márquez (ahora elevado a la altura de Cervantes), su voz se consideraría digna de ser escuchada y se le abrirían puertas insospechadas. Y curiosamente a raíz de todo esto, es decir, al éxito de "Cien Años...", Gabo empezaría a alejarse un poco de la literatura para dedicarse a otra de sus pasiones: al activismo político, ahora con más ahínco aprovechando su nuevo estatus de celebridad, escribiendo artículos que aparecerían en los medios más importantes del mundo, participando de iniciativas e instituciones (muchas de ellas impulsadas o fundadas por él mismo), o haciendo valer su influencia en las más altas esferas del poder (teniendo amigos como Fidel Castro). Llegaría a tal punto de darle prioridad a su activismo que amenazó en hacer una "huelga literaria", o sea dejar de escribir cuentos o novelas, mientras Pinochet siguiera al mando de Chile.
Estos y muchos otros datos no se encuentran en un único artículo consolidado de Wikipedia. Así como tampoco los análisis que hace Gerald Martin de las novelas y los cuentos más imporantes de GGM. A cada una de ellas, conforme van apareciendo en la vida de Gabo, les dedica varias páginas, recorriéndolas de inicio a fin, detallando argumento, estilo, método y estructura. Esto, más la descripción de las circunstancias en las que fueron escritas (fechas, lugares, anécdotas), fue mi parte favorita de esos análisis. No tanto el aspecto psicológico de los mismos por ser algo densos los intentos del autor de entender las motivaciones más profundas de Gabo para escribir tal o cual texto. Además de que cae un poco en la especulación como cuando afirma que aparte de tener en mente a sus abuelos cuando escribió "El Coronel no tiene quien le escriba", asegura que es muy importante también la influencia de la complicada relación sentimental que vivía Gabo (con una mujer de nombre Tachia) en ese momento, estableciendo paralelos entre ellos y la pareja protagonista de la novela. ¿Que tan cierto es esto? Difícil saberlo porque Gabo siempre se negó a hablar de esa relación, incluso con Martin, su biógrafo oficial.
Tengo que aclarar que "... Una vida" no abarca exactamente todo como mencioné antes y esto es por la fecha de su publicación, 2011, es decir, 3 años antes del fallecimiento de GGM, así que ninguna noticia sucedida en ese último trienio está presente en esta biografía, aunque sí en los últimos capítulos ya se detallan los primeros problemas de salud serios que padecería Gabo hasta el final de sus dìas, en especial el deterioro de su salud mental. Seguramente más información al respecto ha sido añadida en ediciones posteriores al 2014, enriqueciendo aún más esta edición que ya de por sí es altamente recomendable.

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domingo, 22 de abril de 2018

Acerca de "Loving Vincent"



“¿Quién soy yo en los ojos de lo demás? Un don-nadie, un fantasma, una presencia desagradable. Alguien que no tiene ni tendrá ningún lugar en la sociedad. En otras palabras, lo más bajo de lo bajo. Bueno, entonces, aunque esa sea la absoluta verdad, algún día quiero mostrar por mi trabajo lo que este don-nadie, este fantasma, tiene en su corazón.”
(De Vincent van Gogh a su hermano Theo)

Solo dos cosas sabía de "Loving Vincent" antes de empezar a verla. La primera era que había sido nominada a mejor película animada en los Oscars del 2018. La segunda, que no era un película animada convencional. ¿A qué me refiero con convencional? Pues a trazos 2d hechos a mano, polígonos 3d hechos en computadora, hasta "stop motion" (como en las películas de “Wallace And Gromit”). "Loving Vincent" se acerca más al primer tipo solo que cada cuadro de animación es literalmente un cuadro de los que uno podría colgar en alguna pared de su casa, es decir que están pintados por un artista sobre un lienzo utilizando las herramientas y técnicas propias de un estilo determinado. Y en este caso el estilo es el de Vincent van Gogh.
Por ello, por el título y por el estilo, lo adicional que sabía, no de antemano pero sí por simple deducción, era que esta película trataba sobre el pintor holandés.
Así que es biográfica, aunque no del tipo que abarca desde el nacimiento hasta la muerte del individuo, sino del que se enfoca en una época de su vida. En este caso los meses previos a su suicidio, solo que cuando empieza la película Van Gogh ya lleva fallecido un año. Y Theo van Gogh seis meses. Menciono a su hermano porque la premisa de la historia es que un cartero entrado en años, llamado Joseph Roulin, quien fuera amigo de Vincent, ha encontrado una carta de éste no enviada a Theo (con quien intercambiaba correspondencia prácticamente a diario) y le pide a su joven hijo, Armand Roulin, que haga todo lo posible (como cumpliéndole al fallecido pintor un último e implícito deseo) para que la carta llegue a las manos del hermano, a quien creen vivo pero cuya dirección actual desconocen. Averiguar esa dirección, que eventualmente sería lo mismo que averiguar la de la viuda de Theo van Gogh, llevará al hijo de cartero al sur de Francia, a una pequeña villa donde Vincent pasó sus últimas semanas. Ahí Armand conversará con varios residentes cuyos recuerdos sobre Vincent son representados a través de flashbacks.
Entonce son los flashback el principal recurso narrativo pero lo interesante, e inesperado, es que no sólo se usan para contar pasajes de la vida de Vincent, se usan además como piezas de un rompecabezas a resolver: el fallecimiento del pintor. La recolección de recuerdos harán que Armand empiece a dudar si lo de Vincent fue en verdad un suicidio (como aseguraron las noticias en su momento) al notar contradicciones en lo que cada uno de sus entrevistados le cuenta. ¿Mienten o sus recuerdos distorsionan la realidad? Para averiguarlo, para saber en quién puede confiar y en quien no, Armand prácticamente las hará de detective en esa villa, dándole a la película un inesperado toque de misterio.
En fin que la historia (triste, misteriosa, reflexiva) tiene mucho que ofrecer, así que afortunadamente la película no peca de ser “más estilo que sustancia”, pecado típico de las producciones que tienen un aspecto visual impactante. Igual no se puede negar que sí existe la tentación de olvidarse de la historia por unos instantes, hacer pausa, y apreciar con más detenimiento una que otra toma cinematográfica en ese breve intervalo de tiempo. Pero este efecto secundario es mínimo porque no sucede que el aspecto visual y narrativo estén aislados el uno del otro (lo que llevaría a una apreciación separada) sino todo lo contrario: en "Loving Vincent" el arte de Van Gogh "nutre" a la historia y está tan presente en ella que mucho de lo que se ve y que se oye, personajes, situaciones, escenas, son inspiraciones directas de muchas de sus pinturas.
Esta película es un bello y melancólico homenaje de 90 minutos a uno de los pioneros del arte moderno y no hay que ser un experto en pintura ni en cine para apreciarlo y disfrutarlo.

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domingo, 18 de febrero de 2018

Acerca de “El Largo Adiós” de Raymond Chandler



Confío en el detective Marlowe. Después de todo “El Largo Adiós” no es su primera “aventura” sino la sexta. Aunque sí la primera que leo de él. Así que decidí confiar en su experiencia acumulada, en su instinto desarrollado, para llegar a las deducciones descorcentantes que finalmente resuelven los misterios alrededor de la muerte de Terry Lennox, el segundo personaje más importante de esta novela.
Pero con “desconcertantes” no quiero decir “imposibles” porque no es así: las conjeturas de Marlowe tienen lógica y sentido y a la larga queda demostrado que son ciertas. Es su proceso de deducción lo que me desconcierta un poco porque muchas veces se vale de evidencias no muy concretas como conversaciones (aparentemente inocuas) o el comportamiento (sospechoso) de alguien.
Pura intuición. Sólo puede ser eso. Aunque yo me lo imagino más como un dolor de cabeza que se le presenta a Marlowe apenas sospecha de algo, y en esta metáfora el analgésico sólo puede ser la verdad, en cuya búsqueda Marlowe se convierte en el dolor de cabeza para otros: para quienes consideran que no hay nada más que investigar, o en especial, para quienes no quieren que se investigue más. Quiero decir: Terry Lennox se ha suicidado y en su carta de suicidio confiesa que ha sido él quien mató a su esposa, cansado de sus infidelidades. ¿Caso cerrado, no?. No para Marlowe, quien con las pocas semanas que lleva de conocerlo cree saber lo suficiente de él como para intuir que hay algo oculto en el asesinato de su esposa y en su supuesto suicidio. Y toma el caso sin que nadie se lo pida, sin que nadie lo contrate. Y lo toma por sus obsesivas actitudes de sabueso y ¿por amistad? Palabra fuerte tratándose de Marlowe, quien es de esos tipo duros que dan la sensación de no tener ningún amigo en este mundo. Pero alguna afinidad tuvo que haber habido entre él y Lennox que le sirviera de motivación extra para buscar un adiós definitivo a la memoria de aquel borracho al borde del desmayo con quien se topó a las afueras de un bar y que por caridad ayudó a llegar a casa. Solo que Marlowe no tenía idea del largo y complicado camino lleno de muertes y misterios que tendría que recorrer para dar por concluída ese capítulo de su vida, la despedida definitiva.
Y él es el narrador en todo ese recorrido, y su “voz” áspera, capaz de producir frases de antología, es fiel reflejo de su forma de ser cínica y recelosa. Curiosamente son estas características las que le dan un “encanto” especial a su personalidad  y que hacen que destaque por encima de otros personajes importantes, como los esposo Eileen y Roger Wade, una pareja de millonarios inconformes con lo mucho que tienen y que justamente por esta y otras frustraciones pasan la mayor parte del tiempo intoxicados por el abuso de algún tipo de sustancia. Afortunadamente para el lector, lo poco de interesante de sus personalidades se compensa y con creces por sus erráticas acciones al estar intoxicados produciendo situaciones confusas que no hacen más que sumar más crimen y misterio a la historia, haciéndola francamente adictiva.
Historia que no es difícil imaginar que transcurre en blanco y negro, o mejor dicho, en blanco y “noir”, con sus detectives, asesinatos y femme fatales, y con una más que agradable sensación de avance constante apoyada en la longitud de sus capítulos que te hace olvidar que estás ante una novela de 400 páginas. Qué vivan las novelas largas con capítulos cortos.

[Esta y otras breves reseñas en mi otro blog '40 cuadras']


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