martes, 28 de agosto de 2012

Claxon

Con la prima hasta que gima dice el dicho, es cierto, pero eso ya era ridículo, pensaba César viendo a Mariana y al primo de ella abrazándose así, tan cariñosos delante de él y en plena vía pública, en la entrada de la facultad. Se suponía que tenía que ser algo privado, en secreto, porque es así como realmente se disfruta lo prohibido de una relación más o menos incestuosa, si no cuál era la gracia. Sólo les faltaba darse un beso que confirmara lo que para César era más que evidente. ¿Pero era necesaria esa prueba después de que el primo le acabara de regalar a la prima nada menos que un oso de peluche de más de un metro de alto? ¿Qué clase de primo hace eso por una prima? A menos que el parentesco no existiera y eso de “primos” fuera puro cuento. ¿Puro cuento? Viéndolos uno diría que eran hermanos incluso: tenían la misma piel blanca lechosa, el mismo cabello castaño y los mismos ojos claros, además del mismo acento de la costa norte que delataba la misma procedencia de ambos. Pero finalmente qué importaba: con o sin lazo consanguíneo el primo había cagado a César bien, pero bien cagado con ese oso de peluche del tamaño de una persona, tan grande que Mariana tuvo que desocupar sus dos manos para poder abrazar y darle las gracias a su pariente. “Amigo, sostenme esto un ratito” le dijo ella a César pasándole no sólo el peluchón ese sino también el peluchito que él le acababa de regalar por su cumpleaños. Qué mal le estaban saliendo las cosas a César, empezando por el claxon que lo interrumpió tan violentamente a mitad de “para ti, amiga (dándole el peluche)… sólo quería decirte feliz cumple…”, para luego oír:
-¡Prima!- gritó el conductor de un auto recién estacionado. Mariana giró.
-¡Primo!- gritó ella emocionada y sorprendida.
Entonces bajó el primo de su auto y del asiento de atrás sacó lo que César, aturdido por el claxon y la interrupción, pensó en un primer momento que era un pasajero pero resultó ser el maldito obsequio, diez veces más grandes que el suyo. Ya que le importó aprenderse el nombre del primo o a dónde éste llevaría a Mariana en su auto minutos después.
*

Sus informantes le habían dicho a César que Mariana no tenía enamorado ni nadie que le moviera el piso, además de detallarle sus horarios de clases, de entradas y de salidas. Por eso César había calculado que el mejor momento para abordarla en ese día, el día de su cumpleaños, era en la tarde en el frontis de la facultad. Lo del primo, pues, nadie, ni ella misma se lo esperaba. Ya era de noche y ya en su habitación César se conectó al Messenger listo a responder las preguntas de nosotros sus amigos quienes le lanzamos la misma primera pregunta: “¿has visto el hi5 de Mariana?”. Sospechó César que la humillación aún no había acabado, y sospechó bien. Mariana había agregado fotos relacionadas con su cumpleaños, y en una de ellas aparecían todos sus regalos: al centro, opacando al resto, el peluche gigante del primo; y entre las piernas de éste, el peluche enano de César. No se podía mentir sobre quién había regalado qué porque en la descripción de la foto Mariana agradecía a quien le había dado tal o cual obsequio. Por Messenger empezaron las burlas.
-Si pues, me cagaron- respondía César resignado y pensando “con amigos así…”.
Luego encendió su celular y por fin algo bueno: “Gracias por el regalo, César. Te quiero mucho”. Era un mensaje de Mariana. Feliz, César escribió de inmediato:
“De nada, Mari. Te gusto?”
Y sin revisar se lo envió.
“…Te gusto?”, tal cual escribió César su pregunta refiriéndose al peluche regalado como quien dice “¿te gustó mi regalo?”. Pero César hizo una omisión tan involuntaria como fatal: la tilde en la “o”, signo de puntuación que en este caso le cambiaba completamente el sentido a la pregunta, y es que Mariana (quien tampoco era muy lista) lo que leyó lo interpretó como “¿yo te gusto?”, y por eso minutos después César recibía como respuesta la más cariñosa de las choteadas donde sobresalía la frase: “me gustas, César, pero como amigo”. Parecía una respuesta fuera de lugar pero rápidamente César entendió lo que había pasado y el asunto de la tilde. Para él fue un baldazo de agua fría porque de arranque su plan para enamorar (o gustarle) a Mariana, cuyo primer paso justamente era el regalo de cumpleaños, se iba a la mierda. Y por esa noche, al menos, los mensajes e ilusiones quedaron ahí.
***

[Aviso: estoy empezando a experimentar con twitter, asi que el que tenga twitter y desee un seguidor más, normal, páseme la voz para seguirlo]

martes, 21 de agosto de 2012

El caso de James Earl Jones

Mesitas, sillas pequeñas, juguetes por ahí, dibujos pegados en las paredes, y, a un lado, sentado en una silla de tamaño normal, un chico de más de 25 años. Soy yo en lo que parece ser el aula de un nido pero que en realidad es una sala de espera; prueba de ello es que al frente de mí, cruzando el área de las mesitas, está la recepción donde dos señoras recepcionistas conversan sin mucho más que hacer en ese momento. El ambiente hace que me pregunte si es que acaso los problemas del habla son exclusividad de los niños. Y es la segunda vez que me hago la misma pregunta. La primera fue semanas antes, en el trabajo sentado frente a mi computadora, luego de escuchar por mis audífonos la llamada de una mamá al programa de radio del doctor Fernando Maestre (en RPP) y la respuesta de éste. Ella contó que su niño no hablaba bien y el doctor le recomendó, y de paso a todos los padres cuyos niños tuvieran el mismo problema, ir a un determinado centro. Y pasó a la siguiente llamada que derivó en un tema distinto. Quise llamarle y decirle que hay adultos que también tenemos problemas al hablar y que yo era prueba de ello. No lo hice. En vez de eso busqué información en internet del centró que había mencionado: CPAL (Centro Peruano de Audición, Lenguaje y Aprendizaje) y me alivió saber que trataban con niños, jóvenes y adultos. Minutos después de haber leído más estaba ya redactando un mail dirigido a mis jefes solicitándoles que mis vacaciones empezaran lo más pronto posible. Afortunadamente mi solicitud procedió sin problemas y ahora estoy aquí, en mi primer día de vacaciones, en CPAL, en donde es obvio que la mayoría de pacientes son mucho, pero mucho menores que yo.
Es casi el mediodía y estoy solo en la sala de espera. La puerta de una oficina se abre, salen una mamá, su niño, y otra señora que muy amablemente me invita a pasar. Va a empezar mi “entrevista”: esa fue la palabra que utilizó la recepcionista al explicarme que como es mi primera vez en CPAL, antes de cualquier tratamiento o cita propiamente dicha, tengo que pasar primero por una entrevista. Al escuchar su explicación me dieron ganas decirle en broma “a diferencia de una entrevista de trabajo acá si podré tartamudear con confianza”, y ya estoy por abrir la boca y soltar esa frase pero me doy cuenta que es una frase larga y sé muy bien que mientras más palabras tenga que decir más me voy a trabar y que en consecuencia no se me va a entender ni un carajo. Ya me imaginaba a la recepcionista confundida (cuando mi intención era causarle gracia) preguntándome “¿qué?”. Al final, como en otras tantísimas veces, me metí la lengua al culo, y chitón boca me senté a esperar mi turno.
Hablando más lentamente que lo normal le cuento a la entrevistadora que soy medio tartamudo y que no, no es algo reciente sino algo de toda la vida. Supongo que si de niño no me llevaron a ningún tratamiento fue porque nadie se había percatado del problema, y es que era un niño que hablaba muy poco. O habrán pensando que sólo era mala dicción y que con el tiempo pasaría; pero eso no sucedió. Peor aún nos olvidamos todos de ese asunto cuando inconscientemente aprendí a hablar usando frases cortas y gesticulando mucho con las manos; y en general no hablando más de lo necesario. Así pasé piola en mi niñez, adolescencia y primeros años de juventud, pero ya no más desde que empecé a trabajar, desde hace un año. Constantes problemas de comunicación con compañeros de trabajo me hicieron comprender que lo mío no era un simple problema de mala dicción. 
Entonces me explica la entrevistadora que, uno, la tartamudez no es curable, sólo controlable; dos, es mucho más fácil aplicar ese control cuando se es niño.
-Por eso este sitio parece un nido- le digo sonriendo tratando de ocultar mi decepción.
-Sí, por eso: más atendemos a niños- me dice ella siempre amable mientras abre un cuaderno.
Lo revisa atentamente, me propone fechas para mi primera cita, en la que se me harán algunos exámenes, y luego de ponernos de acuerdo finaliza la entrevista.
*
La terapeuta, que es una mujer en sus cuarentas, revisa unos papeles que están en un folder y me anuncia que lo mío es una tartamudez moderada. Ese es el diagnóstico de los exámenes que me hizo en la cita anterior que consistieron en grabar mi voz mientras leía un texto y conversaba con ella. Ahora cierra el folder, voltea su laptop hacia mí y empieza a pasar unas diapositivas. Ella me va explicando cosas como que los problemas en el habla son de origen neuronal y que aún los especialistas no lo saben todo al respecto; no saben, por ejemplo, por qué estos problemas se manifiestan mucho más cuando se habla espontáneamente pero muy poco o casi nunca cuando se lee o se canta. Luego de unas estadísticas aparecen las fotos de Bruce Willis y James Earl Jones quienes al parecer fueron también tartamudos (y en este punto me recuerda lo que me había dicho la entrevistadora: no es algo curable, sólo controlable). Me sorprende especialmente el caso de James Earl Jones teniendo en cuenta que es quien hace la voz de Darth Vader, y entonces me distraigo imaginando a Darth Vader diciéndole a Luke Skywalker: “Luke… yo soy tu-tu-tu pa-pa-pa-dre” y a Luke poniendo cara de no haber entendido ni una puta palabra, y me dan ganas de reírme; qué poco amenazador hubiera sido un Darth Vader tartamudo. Pero me aguanto la risa y me concentro de nuevo ahora que la terapeuta habla de medicamentos, y me emociono y me desilusiono al instante porque esas drogas son experimentales y faltan aún muchos años de pruebas para que sean aprobadas y comercializadas. Fin de la presentación.
El siguiente punto son las opciones que tengo que son dos: un caro tratamiento de 3 sesiones semanales por 6 meses (y muy lejos, porque CPAL está muy lejos de mi casa y de mi trabajo); o un libro más un cd que reúnen material de ayuda, a un buen precio.
*
Como escogí la segunda opción puedo hablar sobre ese material. En el cd hay videos de testimonios de personas con problemas del habla muchísimos más serios que el mío; personas realmente ta-ta-ta-ta-ta-tartamudas cuando lo mío es más ta-ta-tarmudez. El libro es una recopilación de recomendaciones donde la principal es ser franco y abierto, no tratar de ocultar el problema y hablar sin vergüenza. En contraposición recomienda evitar ocultarlo o disfrazarlo con el uso de frases cortas, reemplazo de palabras complicadas por otras más simples, uso gestos en vez de palabras… en fin, todo lo que vengo haciendo desde hace mucho y que no pienso dejar porque es mucho menos estresante que ser sincero y me dan más o menos buenos resultados; además ya han pasado un par de años desde esa última visita a CPAL así que supongo que cada vez está más cerca que aquellas medicinas experimentales sean aprobadas y lleguen a todas y cada una de las farmacias del mundo.
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martes, 14 de agosto de 2012

La mañana del 16 de noviembre de 1959 (Artículo)

El asesinato de toda una familia normalmente sería titular en cualquier diario pero el de los Clutter no fue así, al menos no en los más importantes diarios estadounidenses, aun teniendo en cuenta la brutalidad del crimen: los cuatro miembros de esa familia (un agricultor, su esposa, y sus dos hijos) habían sido atados y acribillados en su propia casa aparentemente sin razón alguna. Quizá los grandes medios no le dieron mayor cobertura por no haber ocurrido en una gran ciudad sino en Holcomb, un pueblo del estado de Kansas de alrededor de 2000 habitantes. En “The New York Times”, por ejemplo, la mañana del 16 de noviembre de 1959, aquella noticia apareció reseñada en una pequeña columna en la página 39; reseña que seguramente pasó desapercibida para la gran mayoría de sus lectores.
[La familia Clutter]
Pero no para el escritor Truman Capote, quien no sólo le prestó la debida atención sino que presintió además que tenía ante sí una gran oportunidad. ¿De qué? Creyó primero que de un buen artículo, sobre los efectos de una tragedia de esa magnitud en una comunidad tan reducida, y se lo hizo saber a los editores de “The New Yorker” convenciéndolos que lo enviaran al lugar de los hechos a cubrir la noticia. Pero luego de entrevistar a vecinos y amigos de la familia, a las autoridades e investigadores, y en especial a los dos asesinos (quienes fueron capturados pocas semanas después de sucedido el crimen) entendió que esa gran oportunidad era en realidad la de escribir una gran novela de “no ficción”. Y esa novela sería “A Sangre Fría” (“In Cold Blood”) que, si bien ya era un autor consagrado por obras como “Otras voces, otros ámbitos” y “Desayuno en Tiffany’s”, lo llevaría a la gloria absoluta.
Más de seis años le tomó a Capote culminar la novela, el mismo tiempo que duró la resolución del caso el que siguió de inicio a fin.
[Capote en la casa de los Clutter]
Hay dos películas, curiosamente producidas casi al mismo tiempo, que cuentan esta etapa de su vida: “Capote”, del 2005, e “Infamous” (Infame), del 2006. Con argumentos parecidos y actuaciones parejas en los personajes secundarios, que son más o menos los mismos en ambas producciones, el mayor punto de comparación (para mí que no soy crítico de cine) es la representación de Capote quien es interpretado por Philip Seymour Hoffman en la primera película y por Toby Jones en la segunda. Ambos lo hacen bien imitando los amaneramientos de Capote y su voz tan particular, pero mientras que la actuación Hoffman es más controlada y sobria, Jones en cambio es más extravagante mostrando a un Capote mucho más afeminado. Si bien para los conocedores es la interpretación de Jones la que más se parece al escritor, fue la de Hoffman la que gustó más a los miembros de la Academia otorgándole el Oscar a mejor actor por ese rol. Yo personalmente prefiero “Capote” por su tono más serio aunque reconozco que tiene un ritmo más lento que “Infamous” la que, justamente por la actuación de Jones, puede ser más entretenida o fácil de ver.
[Jones y Hoffman, como Capote]
Cabe recalcar que ninguna de esas películas son biografías completas del escritor, sino que se ciñen al periodo de escritura de “A Sangre Fría”. Como se dice todo tiene un precio e irónicamente el de la gloria que alcanzó Capote por esa novela fue el de lo completamente opuesto: la decadencia. Los largos seis años que le tomó escribirla hicieron mella en su cuerpo y espíritu principalmente por la angustia de no poder terminarla sino hasta después de la sentencia final de los asesinos, la que parecía postergarse indefinidamente. Capote caería entonces en el alcoholismo y la drogadicción, lo que afectaría su producción literaria y finalmente lo llevaría a la muerte en 1984, a un mes de cumplir 60 años. En uno de sus últimos relatos, escrito a modo de autorretrato, escribió de sí mismo:
“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”.
[Marilyn Monroe y Truman Capote]
***

Capote, trailer
Infamous, trailer
Truman Capote (a partir de los 53 seg.)
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