-¡Prima!-
gritó el conductor de un auto recién estacionado. Mariana giró.
-¡Primo!-
gritó ella emocionada y sorprendida.
Entonces
bajó el primo de su auto y del asiento de atrás sacó lo que César, aturdido por
el claxon y la interrupción, pensó en un primer momento que era un pasajero
pero resultó ser el maldito obsequio, diez veces más grandes que el suyo. Ya
que le importó aprenderse el nombre del primo o a dónde éste llevaría a Mariana
en su auto minutos después.
*
Sus
informantes le habían dicho a César que Mariana no tenía enamorado ni nadie que
le moviera el piso, además de detallarle sus horarios de clases, de entradas y
de salidas. Por eso César había calculado que el mejor momento para abordarla
en ese día, el día de su cumpleaños, era en la tarde en el frontis de la
facultad. Lo del primo, pues, nadie, ni ella misma se lo esperaba. Ya era de
noche y ya en su habitación César se conectó al Messenger listo a responder las
preguntas de nosotros sus amigos quienes le lanzamos la misma primera pregunta:
“¿has visto el hi5 de Mariana?”. Sospechó César que la humillación aún no había
acabado, y sospechó bien. Mariana había agregado fotos relacionadas con su
cumpleaños, y en una de ellas aparecían todos sus regalos: al centro, opacando
al resto, el peluche gigante del primo; y entre las piernas de éste, el peluche
enano de César. No se podía mentir sobre quién había regalado qué porque en la
descripción de la foto Mariana agradecía a quien le había dado tal o cual
obsequio. Por Messenger empezaron las burlas.
-Si pues,
me cagaron- respondía César resignado y pensando “con amigos así…”.
Luego encendió
su celular y por fin algo bueno: “Gracias por el regalo, César. Te quiero
mucho”. Era un mensaje de Mariana. Feliz, César escribió de inmediato:
“De
nada, Mari. Te gusto?”
Y sin
revisar se lo envió.
“…Te
gusto?”, tal cual escribió César su pregunta refiriéndose al peluche regalado
como quien dice “¿te gustó mi regalo?”. Pero César hizo una omisión tan
involuntaria como fatal: la tilde en la “o”, signo de puntuación que en este
caso le cambiaba completamente el sentido a la pregunta, y es que Mariana (quien
tampoco era muy lista) lo que leyó lo interpretó como “¿yo te gusto?”, y por
eso minutos después César recibía como respuesta la más cariñosa de las
choteadas donde sobresalía la frase: “me gustas, César, pero como amigo”.
Parecía una respuesta fuera de lugar pero rápidamente César entendió lo que
había pasado y el asunto de la tilde. Para él fue un baldazo de agua fría porque
de arranque su plan para enamorar (o gustarle) a Mariana, cuyo primer paso
justamente era el regalo de cumpleaños, se iba a la mierda. Y por esa noche, al
menos, los mensajes e ilusiones quedaron ahí.
***
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