Cuando finalmente Mario Vargas Llosa dejó de ser “usted” para ser “Mario”, después de varios pero amables recordatorios de su parte, me sentí con la confianza de hacerle la pregunta que, desde el inicio de nuestra conversación, tenía en mente:
-Mario, ¿recuerdas aquella vez que fuiste a la UNI* a que te condecoraran, o algo así, y el escándalo que hizo un alumno en tu contra?
Dudó unos instantes haciendo un gesto como quien trata de recordar algo, pero su respuesta final fue que no, agregando que varias veces le había pasado lo mismo. Me pidió que le contara más detalles así tal vez lo recordaría; quiso saber además si es que yo había estado presente.
-Pues que estaba en la UNI, sí, porque yo estudiaba sistemas ahí en ese tiempo, pero no precisamente en tu ceremonia. Lo vi en la tv, ese mismo día en la noche; salió en todos los noticieros y más o menos todos pasaron lo mismo: apareces tú acercándote al rector a recibir un diploma o una medalla o algo así, no recuerdo bien, y justo cuando te lo da se empiezan a escuchar gritos, entonces la cámara voltea rápido buscando de dónde venía esa bulla hasta que logra enfocar al alumno que te mencioné, pero ya los de seguridad lo estaban sacando a la fuerza del auditorio; igual él no dejaba de gritar: “¡neoliberal!, ¡neoliberal!”. Entonces aparece él, ya afuera del auditorio, respondiendo a la prensa; aunque eso de respondiendo es un decir porque a cualquier pregunta que le hacían él respondía lo mismo: “¡es un neoliberal!, ¡es un neoliberal!”.
Aun con los detalles que le acababa de contar, Mario no pudo recordar nada de aquel día. Entonces, con un gesto inquisidor y sonriente a la vez, me preguntó si es que yo había tenido algo mucho más importante que hacer en ese momento como para no asistir a esa ceremonia. Me tomó por sorpresa, y aunque la verdad era que no recordaba exactamente el por qué, no le dije simplemente “no me acuerdo”, por temor a que no me creyera; me pareció más prudente mentir:
-Sólo las autoridades de la universidad podían ingresar al auditorio- fue lo primero que se me ocurrió.
Sin dejar de sonreír insistió, “y a aquel muchacho ¿cómo ingresó?”. Era obvio que en tono de broma Mario trataba de ponerme en aprietos, poniendo a prueba el “soy su mayor admirador” que le dije al inicio de nuestra charla. Igual yo no quería ceder; me acordé, ahora sí, de información clave:
-Es que aquel no era un simple alumno; era un dirigente estudiantil también. Aún recuerdo su nombre y apellido: Ulises Córdoba- y para darle más pruebas de que no estaba mintiendo, sin darle tiempo a que hiciera más preguntas, le empecé a hablar sobre Ulises:
“Lo conocí en mis primeros días en la UNI. Aún yo no me hablaba con nadie así que entre clase y clase, como no tenía nada qué hacer, paraba en la salita de cómputo del consejo estudiantil, a la que podía entrar cualquier alumno. Ahí él me pasó la voz. No sé cómo supo que yo era cachimbo*; mi cabello estaba normal, no me lo había rapado como los otros. Entonces me dio la bienvenida a la universidad, se presentó, me dijo que era dirigente y me empezó a explicar qué era el consejo estudiantil: para qué servía, cuáles eran sus propósitos, sus funciones, ese tipo de cosas. Ahora, a partir de ahí, yo la verdad dejé de escucharlo. No porque estuviese aburrido o no quisiera hacerlo, sino que su forma de hablar, sus gestos, todo en él me distraía, y es que se le veía tan… inocentón, hasta algo bobo diría yo, que me costaba creer que esa persona que me hablaba fuera un dirigente y que tuviese alguna especie de autoridad en la facultad. Empecé a pensar que tal vez todo ese asunto de la dirigencia era algo de adorno, que sonaba y se veía bonito pero que en sí no importaba mucho en la universidad. Entonces yo seguía distraído pensando esas cosas mientras él me seguía hablando, hasta que me dio la mano y se despidió, y lo hizo diciéndome que no olvidara que el consejo estudiantil estaba para velar por mis derechos y de todos los alumnos.
“De ahí en adelante nos cruzaríamos varias veces, y normal, nos saludábamos. Aunque no llegamos a ser amigos. Difícil que lo fuéramos porque no llegamos a estudiar ningún curso juntos; él me llevaba varios ciclos por delante. Igual me lo encontraba seguido en las horas libres de estudio, que eran en las mismas aulas sólo que en las horas en las que no había clases. Cualquiera podía entrar y ponerse a estudiar, solo o en grupo. Cuando él estudiaba solo pasaba desapercibido, uno ni se daba cuenta que él estaba ahí; pero cuando lo hacía en grupo la historia era otra cosa: tenía una facilidad para reírse, le decían cualquier cosa y ya estaba que se moría de la risa. Y eso que la mayoría de las bromas de sus amigos estaban dirigidas a él, pero igual Ulises no perdía el sentido del humor, no sé si porque tenía mucha correa o porque no se daba cuenta que le estaban tomando el pelo.
“Como sea, hasta ahora ni rastros del muchacho que quiso arruinar tu premiación, ¿no? Bueno, la primera vez que vi a Ulises en su faceta rebelde fue un día de clases en la mañana. Todo transcurría con normalidad hasta que una voz, aparentemente por micrófono, se empezó a escuchar en toda la facultad, reclamando del por qué las autoridades no construían un comedor para los alumnos, y recalcaba que la UNI era una universidad nacional, por ende del pueblo, y que por eso tenía que darle todas las facilidades a sus alumnos. Al comienzo no reconocí esa voz porque se escuchaba muy distorsionada, porque gritaba y por el aparato en sí que luego supe no era un micrófono. Yo estaba en plena clase y ya varios, incluso el profesor, casi salimos del aula a ver qué pasaba, pero nos dimos cuenta que esa voz se estaba acercando. Y entonces veo a Ulises, megáfono en mano y a todo pulmón, paseándose por los pasillos.
“Por supuesto me sorprendió ver a un Ulises irreconocible, pero mi preocupación por él fue mayor porque estaba seguro que algún profesor lo detendría, que lo llevaría donde el decano o rector, y que lo terminarían expulsando. Pero nada de eso pasó. Ulises siguió protestando un buen rato todo lo que quiso, hasta que se cansó supongo, y ya sin bulla, el profesor nos empezó a hablar del consejo estudiantil, y no en muy buenos términos. Nos contó que otro curso que él enseñaba, ahora en ese ciclo lo dictaría menos horas a la semana, y todo por la queja de algunos alumnos que les pareció que eran muchas horas. ¿A dónde fueron a quejarse esos alumnos? ¿Quién o qué le recortaría las horas a ese profesor? El consejo estudiantil. Así de poderoso resultó ser. ¿Recuerdas que creía que era algo de adorno y sin importancia? Pues estaba completamente equivocado.
“Ahora, volviendo a Ulises, pensé que era un caso aislado, no recuerdo a otros dirigentes de mi facultad haciendo la bulla que él hacía, así que pensé que sus reclamos quedarían en nada. Verás, la UNI es grande y mi facultad tenía su propia entrada por donde yo iba y venía todos los días, así que ni enterado estaba que los reclamos de Ulises se repetían en los consejos de las demás facultades, y de que algo grande se estaba armando. Hasta que otro día, un alumno (dirigente, claro), entra a mi clase y le dice al profesor que estaba ahí: “profesor, por favor, tome sus cosas y retírese. Los consejos estudiantiles estamos tomando la universidad”.
“Entonces el profesor, sin preguntar nada ni quejarse, pero sí con cara de pocos amigos, tomó sus cosas y se fue. Y a los alumnos que nada teníamos que ver con el consejo nos dijeron lo mismo. Era una experiencia totalmente nueva para mí, y por eso no podía creer lo que estaba pasando, tanto así que estaba seguro que al día siguiente todo ya estaría solucionado. Pero no fue así. Yo igual seguí yendo los siguientes días y ahí seguían un montón de alumnos atrincherados en las entradas de la universidad, sin dejar entrar prácticamente a nadie. Luego empecé a ir interdiario, después semanalmente, hasta que dejé de hacerlo cuando vi a todo un contingente de policías en los alrededores. Parecía inminente que en cualquier momento se iba a producir un enfrentamiento. Entonces empecé a ver los noticieros a diario creyendo que de producirse un intento de desalojo de hecho aparecía en algún reportaje. Pero nada, ni una sola noticia sobre la UNI, lo que resultó un inconveniente bastante conveniente para mí, porque le dije a mi mamá: “mamá, sólo volveré a la UNI cuando en las noticias digan que se acabó la toma de la universidad”. Y así pasaban los días y mi mamá me preguntaba: “¿salió algo?”, y yo: “todavía nada”, hasta que me preguntó: “¿pero no tienes amigos a quienes llamar y preguntar?”, y yo: “no tengo el teléfono de nadie”, lo que era cierto porque la verdad era que no tenía amigos en la UNI. Hasta que una mañana ya mi mamá sin preguntarme nada simplemente me obligó a ir a ver cómo estaban las cosas en la universidad. Fui confiado de que todo seguía igual pero cuando llegué, pues… toda había vuelto a la normalidad, desde un par de días antes, según me contaron.
“Así que, más o menos en total, fueron dos meses de toma.”
-¿Tuvieron éxito los consejos estudiantiles?- Me preguntó Mario con un interés y con unas ansias moderadas que demostraban cuál era la respuesta que quería escuchar. Para su alegría la respuesta fue que sí, habían triunfado; se iba a construir el comedor.
“Pero ahí no acaba la historia”, le dije, y pude notar cierta emoción en él (seguramente le estaba haciendo recordar sus años como universitario rebelde y revolucionario).
-Llega el día de la inauguración del comedor. Ahí estaban todos los consejos estudiantiles, todas las autoridades de la universidad, y la primera cola de alumnos que recibirían su almuerzo. Y al frente de la cola, algo así como un guía que les explicaría el procedimiento. Entonces pasa el primer alumno, coge su bandeja y cuando se disponía a ir a la zona donde servían las comidas, el guía le corta el paso y le dice que faltaba algo: tenía que pasar por caja y pagar un sol*. Y se armó la revuelta otra vez ahí mismo.
-¿En serio? ¿Estuviste ahí?
-No, no estuve, y no sé si paso así exactamente, fue lo que me contaron. Pero, efectivamente, la universidad quería cobrar un sol por la comida. Por eso otra vez Ulises con el megáfono llamaba a la unión de todos para pelear por el derecho a que la comida del comedor sea gratuita. Días después los consejos volvían a tomar la universidad. Y casi otros dos meses después las clases volvían a la normalidad, con el comedor brindando desayuno, almuerzo y cena completamente gratis.
Mario me preguntó si es que todo eso había sucedido antes o después de la vez que él fuera a que lo condecorarán. Le dije que antes, y me preguntó si es que hubieron más tomas o actos de protestas, y qué había sido de Ulises.
-No lo sé. A mi familia no le gustó para nada eso de que perdiese clases tan seguido, así que juntando unos ahorros me sacaron de la UNI y me mandaron a una universidad privada, donde las mayores preocupaciones de su consejo estudiantil eran organizar viajes, a las que sólo iban sus miembros, y organizar la fiesta de fin de año.
-Vaya…- me dijo, y luego de una breve pausa cambiamos de tema.
NOTAS:
*UNI: Universidad Nacional de Ingeniería
*Cachimbo: Alumno que recién ingresa a la universidad. Es costumbre que se rapen la cabeza.
*Un sol: Moneda del Perú. Por ese valor es posible comprar dos paquetes de galletas, o pagar el bus, o alquilar una hora de internet.
NOTAS:
*UNI: Universidad Nacional de Ingeniería
*Cachimbo: Alumno que recién ingresa a la universidad. Es costumbre que se rapen la cabeza.
*Un sol: Moneda del Perú. Por ese valor es posible comprar dos paquetes de galletas, o pagar el bus, o alquilar una hora de internet.