Vio su reloj otra vez y calculó que al fin debían de ser las nueve de la mañana en Lima. Sebastián había estado toda la noche pendiente de la hora, esperando el momento más prudente para hacer la primera de varias llamadas. Claro, las nueve de la mañana de un domingo aún era temprano, y seguramente que toda persona que él consideraba amiga debía de estar todavía durmiendo; pero ya no podía esperar más. Al menos a esa hora estaba seguro que, salvo por alguna excepción meteorológica, había un sol resplandeciente en el cielo de Lima, como en cualquier otra mañana de verano en la capital del Perú. Así que no era una hora imposible, además qué poco probable que estuviesen trabajando o haciendo algo realmente importante que les impidiera contestar el teléfono. Por supuesto, Sebastián sabía que el sueño también era una razón de peso suficiente como para que no le respondiesen, pero el hecho del carácter sorpresivo de su llamada, después de poco más de un año de no comunicarse con ellos, le hizo creer que le contestarían y saludarían con regocijo, o que, por lo menos, no lo mandarían a la mierda.
Para no perder más tiempo, decidió que empezaría a llamar en orden alfabético. Revisó su celular y encontró el nombre de Adrián. Con su nombre en la pantalla sólo era cuestión de pulsar la tecla con el símbolo de un teléfono verde para iniciar la llamada, pero no lo hizo; su pulgar se quedó rozando la tecla con movimientos circulares. Trató de recordar lo último que sabía de Adrián, y, cuando creyó tener algo en mente, ensayó un poco la forma en que empezaría la conversación, anotando unas cuantas preguntas en una hoja de papel. Dudó si sentarse, echarse, o permanecer de pie. Optó por lo último. Sabía que su manía de no quedarse quieto por mucho tiempo haría que, de todas formas, de escoger una de las dos primeras opciones, terminaría parándose y caminando alrededor de su habitación. Entonces se dirigió a hacia una de las ventanas, y otra vez pospuso la llamada. El silencio de las calles lo distrajo; aunque el paisaje era distinto, recordó con nostalgia lo mucho que disfrutaba contemplar a la Lima nocturna y durmiente desde el balcón de su antiguo departamento, en el distrito de Miraflores. Sintió que ese metro cuadrado sobre el que estaba parado ahora, a las dos de la mañana en ese departamento en Madrid, era el lugar perfecto para iniciar una conversación telefónica.
Miró su celular y el número de Adrián seguía seleccionado, entonces su pulgar volvió a posarse sobre el diminuto teléfono verde. Se preguntó si es que Adrián o cualquiera de sus otros amigos estarían molestos por no haber tratado de contactarse con ellos en todos esos meses. ¿Ya no se había convencido que le contestarían alegres? ¿Y si no? ¿Cual había sido el motivo de que no hubieras llamado antes? se imaginó a Adrián u otra amistad preguntándoselo e increpándoselo a la vez. Podría responder “mucho que estudiar” o “mucho trabajo” pero sonaría tan falso, y es que lo estaría siendo en realidad. Igualmente falso sería poner como excusa el haber hecho muchos nuevos amigos con quienes salía seguido. Sí, había conocido nuevas personas, unas pocas en realidad, pero nadie a quien pudiera llamarle amigo o amiga. Sólo había congeniado con una sola persona y de qué manera. ¿Por qué no decirles la verdad? Dejar de lado a los amigos por una mujer era reprochable pero perdonable: a sus amigos les podría decir que era por sexo, a sus amigas que era por amor; listo, pecado perdonado. Pero en ambos caso se trataría de una verdad a medias. ¿Y por qué llamas justo ahora, un domingo por la madrugada en España? ¿Dónde está ella? ¿Por qué no estás con ella en estos momentos? Eran preguntas obvias, estaba seguro que definitivamente se las iban a hacer. Sebastián tendría que mentir y no sólo se darían cuenta de eso, sino que también adivinarían lo que estaba sintiendo: ¿terminaron, no? ¿Ella te dejó, no? O sea que ahora que te sientes solo te acuerdas de tus amigos, ¿no es así?
Vio su reloj otra vez y tan sólo habían pasado quince minutos. Se puso el pijama, apagó las luces, se recostó en su cama y tomó el control remoto del televisor. Su pulgar no se quedó rozando el botón rojo de encendido sino que de inmediato lo presionó, y un segundo después una imagen iluminaba la habitación. Por unos minutos Sebastián se quedó observando fijamente la pantalla sin prestar real atención a lo que sucedía, sin percatarse si quiera que el televisor estaba con el sonido apagado. Y de pronto apagó la TV, saltó de la cama cogiendo su celular, y rápidamente se ubico cerca a la misma ventana de antes. “A la mierda”, suspiró, y llamó a Adrián. Cinco timbradas luego se activó el contestador automático sugiriéndole dejar un mensaje. Colgó y pensó que Adrián debía de seguir durmiendo, o es que tenía un nuevo celular, o es que todos tenían nuevos celulares, ¿cómo es posible que no haya pensado en eso? Entonces el celular de Sebastián empezó a sonar. Era Adrián y le respondió al tercer timbrado.
-Aló, ¿eres tú, Sebas?
-Hola Adrián. Saludos desde Madrid. Espero no haberte despertado.
-Ah, no te preocupes. A los siglos, qué gusto…
Hablaron alrededor de media hora. Sebastián no se guardó nada; le contó de todo y de todo se rieron.
Al momento de despedirse Sebastián le dijo que ahora llamaría a Bruno.
-¿Bruno? Pucha, Sebas, ¿no te enteraste?
-¿Qué cosa?
-Bruno murió.
-No jodas.
-…
-Pero…
-Pensé que lo sabías.
-Cuándo, qué pasó…
-…
-…
-Jajaja, es broma Sebas, es una broma nomás. ¿Ves? Eso pasa por no llamar más seguido a los amigos. Jajaja. Llámalo, se va a alegrar de hablar contigo.
-Jajaja, eres un pendejo, Adrián.
Hola Ludobit!! Muy bueno!! Me encantó el final.
ResponderEliminarSaludos
No puedo decir menos que, es el mejor de todos tus relatos hasta el momento. Muy, muy original y ese giro afortunado para quien espera la tragedia termine esbozando una sonrisa.
ResponderEliminarUn saludo.
hola gabriela, gracias por pasar y comentar. saludos.
ResponderEliminarhola rafael, me alegro que te haya gustado. gracias por la visita. saludos.
Qué suerte que no murió! Hay que mantenerse en contacto con los amigos. Me gustó el relato. Saludos ;)
ResponderEliminarRenate
hola renate. por supuesto, hay que mantener a los amigos siempre cerca. gracias por el comentario. saludos.
ResponderEliminarMe gusta este relato por las divagaciones del personaje alrededor de un tema sencillo, tú haces una historia y eso es crear por eso me gusta mucho, en general tus relatos urbanos me gustan porque son un retrato de Lima en muchos aspectos, un buen post, un abrazo
ResponderEliminarhola mixha. por ahora lima la horrible es mi musa pero estoy dispuesto a expandir mis horizontes cuando llegue el momento. gracias por tu palabra y un abrazo para ti tambien.
ResponderEliminarAdrian es un reverendo pendejo. Lima es una musa vieja, mañosa y muy celosa, usala pero no la abandones. Jamás te lo perdonaría!
ResponderEliminarjaja, adrian, tu siempre tan directo y genial. amigos pendejos hay, pero igual se les quiere, mientras no sean traidores. gracias por la visita y saludos.
ResponderEliminaryo pense que estaba enamorado de adrian, explicame por que se ponia nervioso, jajajaja es broma, solo me gustaria leer en algun relato un poco mas de narrativa, me encantan los detalles, quiero imaginar como era el departamento y como estaban vestidos si era rubio o moreno flaco o musculoso. saludos.
ResponderEliminarhola bellarte. todo consejo es bien recibido, asi que gracias por el tuyo y por la visita. un abrazo
ResponderEliminarJaja, qué buen relato! Me ha provocado seguir leyendo lo demás...
ResponderEliminarUn saludo.
hola paty. gracias por la visita y el comentario. puedes leer todo lo que quieras jeje. saludos
ResponderEliminarHola! vi tu comentario en mi blog y pues decidí pasar por aquí y me encontré con este relato. Me hizo sonreir y recordar lo importante que es estar pendiente de los amigos. Te agradezco el tiempo que te tomaste para atender mi blog. Saludos!
ResponderEliminarhola yesdasi. gracias por tu palabras y pasar por aqui. un abrazo.
ResponderEliminarludobit, a tu pregunta en mi blog, Sí cualquiera puede entrar y llegar a la hora que desee, no es nada formal. La Noche es un lugar de bohemia donde mucha gente que le gusta escuchar grupos o bandas o tomar,pasar un rato y también se dan presentaciones de libros o recitales. La gente va informal. Y te digo un secreto realmente empieza a las 7:15 sino que yo puse esa hora para que la gente esté temprano, besos
ResponderEliminargracias por la respuesta mixha. hare todo lo posible para estar a tiempo. un abrazo.
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