Sin más alternativas a dónde ir, Sara y Sebastian acordaron que irían al Starbucks del óvalo Gutiérrez, en Miraflores, a estudiar para el examen que tenían al día siguiente en la facultad. Sara, clienta asidua de la franquicia, fue quien propuso la idea, y Sebastián la aceptó de inmediato. Él nunca antes había entrado a un Starbucks, pero sí había podido ver, a través de las ventanas de algunos de sus locales, cómo era el ambiente adentro. Le gustaba su estilo, que él consideraba cálido y elegante, y le fascinaba el hecho de que los clientes no iban simplemente a tomar una taza de café y conversar; los había visto leyendo libros, periódicos, revistas; escribiendo en cuadernos y laptops; entretenidos manipulando algún dispositivo electrónico, como un celular o una consola de videojuegos portátil; siempre con la más completa y total tranquilidad, sin que nadie los moleste o apure, teniendo a su disposición, además de los clásicos juegos de mesas y sillas, cómodos sillones y sofás.
-Me siento un pituco*. Venir a un Starbucks a estudiar…- Le dijo a Sara con un tono que no ocultaba su orgullo, en el momento que entraban al local.
-Y eso que aún no has probado el café- Le respondió ella, sonriendo.
Adentro, se ubicaron al final de una cola de más de cinco personas que se dirigían a la zona del mostrador, que era donde, dedujo Sebastián, los clientes hacían sus pedidos. Sin palabras, debido a la emoción de estar experimentando esa atmósfera in situ por primera vez, le hubiera gustado poder atesorar cada detalle de ese ambiente en su memoria, pero el miedo a que alguien descubriera su asombro casi infantil, hizo que de reojo nomás observara lo que había a su alrededor más próximo. Entonces se dio cuenta que podía escuchar claramente el pedido que hacía cada cliente al ser atendido, y fue así que entendió que no le iba a bastar con sólo decir “un café, por favor” cuando le llegase su turno.
Sabiendo que la cola avanzaba rápido y que tenía que hacer algo pronto, dejó los disimulos de lado y empezó a mirar directamente todo lo que le circundaba, hasta que vio la pared que estaba detrás del mostrador. Se trataba de un mural en el que se listaban todos los tipos de cafés disponibles. Sebastián se alegró de su descubrimiento, pero en seguida supo que era demasiado pronto como para celebrar. Simplemente no reconocía nada de esa lista. La miró una y otra vez; primero velozmente (un par de ítems decían café, pero ninguno “con leche” o “solo”), luego despacio (se repetían palabras que ni sabía muy bien cómo pronunciarlas: mocha, latte, macchiato, capuccino, frappuccino, “¿eso es italiano, no?” pensó), pero igual, nada; nada de esa gran variedad de opciones le era remotamente familiar. Sintió vergüenza de contarle a Sara su problema y poner en evidencia su ignorancia, pero por suerte, como ella iba delante de él en la cola, decidió que pediría y haría exactamente lo mismo que su amiga. Así, Sebastián aprendió que luego de pedir lo que uno deseaba (o como en este caso, simplemente repetir las palabras de otro) y pagar por ello, había que dar su nombre y esperar unos minutos hasta que lo llamen y le entreguen su orden.
Con su pedido en mano, Sebastián olvidó por un instante eso de hacer lo mismo que Sara, y bebió un sorbo; de inmediato sintió el amargo sabor de un café sin azúcar. “Yo lo prefiero dulce”, le dijo Sara, y él de nuevo le prestó atención a sus acciones, y vio como ella se acercó a una mesita donde estaba el azúcar, entre otros ingredientes y utensilios. Luego de endulzar su café, Sara fue en busca de una mesa libre. Sebastián en cambio, para tratar de diferenciarse un poco de su amiga, luego de endulzar su café también, tomó una cañita de aquella mesita. Pensó que los dos agujeros en la tapa de su vaso eran para eso: para introducir cañitas, pero luego de unos intentos fallidos (porque mientras que la forma de toda cañita es cilíndrica, esos agujeros tenían forma de rectángulos, y eran más pequeños que el diámetro de aquel tubo de plástico) comprendió que lo que estaba intentando era una idiotez, y en consecuencia se sintió un idiota. Antes de ir a la mesa en la que estaba sentada Sara, y tratando de que ella no se diera cuenta, tiró la cañita en el primer basurero que encontró cerca.
En un momento, mientras estudiaban, Sara fue por otro café. Él no se movió de su asiento hasta que terminaron de estudiar todo lo que tenían que estudiar y se pusieron de pie para abandonar el local.
-¿Señor, en qué le puedo ayudar?- Le dijo una impaciente farmacéutica alzando la voz, porque era la tercera vez que le hacía la misma pregunta.
Por fin Sebastián salió del ensimismamiento en que se encontraba; estado al que había entrado cuando divisó, en una de las paredes detrás del mostrador, la sección de condones y su abrumadora variedad. Era la primera vez que los compraba en una farmacia. Anteriormente sólo lo había hecho en la recepción de hoteles en donde no tenía que hacer ninguna elección porque sólo tenían de una marca (y sorprendentemente siempre la misma), pero como su amiga Alicia vivía sola desde hacía un par de días atrás, esta vez tenía que comprar los preservativos antes de ir a su departamento.
Estaban los que seguían una especie de escalafón: de sensible a ultra sensible, de súper delgado a súper grueso. Los de diferentes texturas: unos venían recubiertos con puntitos, otros con estrías, otros con espuelas (“¿espuelas?”, pensó). Los de la misma característica pero diferente marca y con adjetivos que generaban duda de cuál era mejor: ultra seguro vs extra seguro. Los menos pretenciosos como el clásico y el natural. Los que ofrecían un beneficio práctico, como aquellos que garantizaban comodidad para quienes sufrían por las insuficientes dimensiones de un condón común; o los otros con retardante, para quienes quisieran evitar que luego se les acuse de ser eyaculadores precoces. Y los que, indirectamente dirigidos a las parejas de los usuarios, proponían se les disfrutase también con la boca: preservativos con sabor a plátano, fresa y naranja.
Ahora, indeciso ya que cada uno de esos productos tenía algo bueno que ofrecerle, y sin nadie delante de él a quien imitar, hizo un “de tin marín de don pingüé...” con la mirada y le señaló el paquete escogido a la farmacéutica, pronunciando un escueto “me llevo ese”.
Hecha la compra y saliendo de la farmacia, un pensamiento, cual ráfaga, le vino y se posesionó de su mente. Sebastián empezó a reírse y luego a felicitarse por lo que creía era una idea muy graciosa. Y esa alegría no se le borraría de la cara en todo el trayecto en bus hacia el departamento de Alicia.
Apenas ella le abrió la puerta, y antes de cualquier saludo, Sebastián sacó la cajita de condones y se la enseñó diciéndole, en aptitud triunfante, la frase que tenía en la punta de la lengua:
-Comprar un condón es tan complicado como comprar un café en Starbucks- Volvió a reír esperando a que Alicia se riera con él y celebre su genialidad, pero ni lo primero ni lo segundo sucedió:
-Nunca he ido a un Starbucks- Le respondió ella, y él se quedó con la boca abierta como si alguien le hubiera puesto pause a su cara.
Se miraron sin decirse nada por unos segundos, confundidos. “¿Lo vamos a hacer o no?”, le preguntó entonces Alicia, rompiendo el silencio. Sebastián le respondió afirmativamente tratando de olvidar su desazón y de concentrarse en el objetivo de su presencia en ese momento y en ese lugar. Entró y cerró la puerta.
NOTA:
Hola Ludobit!! Muy bueno amigo!! Pobre, debe ser tan complicado como pedir un café en Starbucks.
ResponderEliminarSaludossss
hola gabriela. es que nadie nace sabiendo, ¿no? jeje. un abrazo y gracias por comentar
ResponderEliminarJAjajajaja, realmente comprar un café en starbucks es igual que comprar un condón.
ResponderEliminarYA SE Y CON ESO QUE CADA VEZ AGREGAN SABORES NUEVOS, PUES SI, LO ENTIENDO. NO TE DIGO QUE SEBASTIAN ES TODO UN TIPO, ME GUSTARIA CONOCERLO. SI TENGO SONRISA DE LOCA MIENTRAS VEO MI MONITOR ES TU CULPA. FELICIDADES MUY BUENO.
ResponderEliminarhola xavier. qué bueno que pienses los mismo que el protagonista. saludos y gracias por pasar
ResponderEliminarhola bellarte. me alegro que mi cuento te haya hecho reir. gracias por pasar y comentar. un fuerte abrazo
ResponderEliminarde parte de federico rodríguez
ResponderEliminarHola amigo, no sé si es blogger, tu ordenador o el mío, pero el caso es que no me deja presentar un comentario. Esa es la razón por la que te envío este correo.
Tu protagonista de "Una impaciente farmacéutica"parecía timidín, pero está claro que no perdía el tiempo... je, je.
Me quedo con lo de "de tin marín de don pingüé...", por lo gracioso de la situación y por su exotismo, al menos para un español (que en estos casos diría "pito pito, gorgorito...").
Y no me termina de convencer la presentación del texto, y con esto no quiero decir que los tengas que presentar de otro modo.
Profundizo un poco más en este punto. La lectura en el ordenador no es igual que la de un libro, la pantalla emite luz que cansa la vista; y si los textos se presentan demasiado "compactados" (bien porque sean de párrafos grandes bien porque haya poco diálogo), ese cansancio se acrecienta.
Si la alternativa de presentar los párrafos separados no te convence, prueba al menos presentarlos con sangría, como en los libros (daría un apoyo a la vista).
Hasta pronto compañero.
hola federico y gracias por tu aporte y creo que tienes toda la razon sobre el diseño. a penas tenga tiempo trabajare en ello. un abrazo
ResponderEliminarLas variedades, desconocidas a veces, junto con sus "clasificaciones" nos llevan a momentos, dudas y hasta eso que nos hace tan humanos, reírnos de nosotros mismos, cuando ya pasado el momento que fuera, nos damos cuenta que siempre hay un mundo por descubrir... Me gustó el desenfado con que has contado
ResponderEliminarHasta pronto,
Adela
hola adela. gracias por la visita y por aportar con tus comentarios. un abrazo desde lima.
ResponderEliminarGracias por la visita en mi blog, y el comment. Me quedaré un rato leyendo el tuyo, desde ya, me gusta el título.
ResponderEliminarAntes que todo gracias por tu presencia en la presentación de mi libro, fue muy grato conocerte :)
ResponderEliminarEl corte urbano noto que es tu fuerte, me parece interesante la historia, me gusta el desliz como se presenta la trama. Pienso a diferencia uno de tus comentarista creo que es Federico... pienso que los espacios no es hasta cierto punto un inconveniente para la lectura, pienso que son expliciteces más que todo de algunas situaciones. Pero te diré que me gustó mucho tu historia porque es fresca, se lee con soltura no tiene ambages y uno puede situarse rápidamente dentro del contexto. Lo que más me gusta es la óptica de un muchacho que pertenece a cierto sector social por el cual determina su realidad. Muy interesante, me gusta, un abrazo
hola daniela. gracias por la visita. sientete como en tu casa jeje. un abrazo
ResponderEliminarhola mixha! un gusto haberte conocido tambien. cuando tenga tiempo pongo en mi facebook las fotos de ese dia.
ResponderEliminarpor supuesto, gracias por tu comentario. un fuerte abrazo
Hola Ludobit, es la primera vez que leo tu blog y para serte sincero al principio creí que no me gustaría por lo mismo que eran varias letritas y para un viejo como yo se me hacía tedioso pero luego le di una oportunidad a las primeras líneas y me enganché muy bien.
ResponderEliminarMe gustó la historia ya que me pasó lo mismo la primera vez que entré a un Starbucks y te confieso algo, las pocas veces que he vuelto(por insistencia de alguien) siempre pido "cafe mocha" porque se lo escuché a una chica pronunciarlo y porque me da vergüenza intentar con cualquier otro jeje.
Un abrazo!
hola anonimo, cuando vi mi gmail pense que era alguien anonimo de verdad, pero resulta que es tu nickname, jeje muy buena. gracias por la visita (y darme otra oportunidad). he recibido varios consejos sobre el diseño que definitivamente voy a hacer algo al respecto. un fuerte abrazo.
ResponderEliminarWow q tal historia, en serio es complicadisimo todo lo contado ajja y muy buena oe pero escribes mucho, debes redactar menos (una sugerencia) te sigo y gracias por visitar mi blog, espero q me sigas.
ResponderEliminarSaludos!
Compadre, primero que nada agradecerte por ir a la presentación de mi novela "Memorias de un viejo sueño" y comprarla. A partir del martes 19, estará en las diversas librerías de Lima. De verdad, me hizo muy feliz verte allí. Y bueno, sobre tu post, debo confesar que me pareció genial. Sobre todo la parte de los condones, digamos que suele pasar jeje XD.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo.
Jhonnattan Arriola
hola maxwell. gracias por la visita y tambien por tu sugerencia, la que por supuesto tendre en cuenta, aunque advierto que el prox post sera mas largo que este jajaja (y cada vez escribo mas largo, no se si sea una buena o mala señal). seguire tu blog. un abrazo.
ResponderEliminarhola jhonnattan! felicidades otra vez por tu libro. y un gusto tambien conocerte. tome un par de fotos que luego colgare en mi abandonado facebook. un abrazo y exitos
ResponderEliminarSimple pero efectivo. Presumo que provoca en quienes gustan de la lectura suave aquello que pretendes.
ResponderEliminarSaludos.
Jaja buena historia! Gracias por pasar por mi blog :) Pasaré por aqui mas seguido! :D un abrazo
ResponderEliminarhola micky. gracias por la visita y por tus palabras. un abrazo.
ResponderEliminarhola evy. gracias por tu comentario y estas invitada a regresar cuando quieras. un abrazo
ResponderEliminarJaja,la primera vez que fui al Starbucks le eché nuez moscada y canela a mi frapuccino! Torpezas de principiante...Buen relato.
ResponderEliminarAh, sobre las separaciones de los párrafos, te recomiendo que más que agrandar las letras (como has hecho en la siguiente entrada) es que le des un enter entre cada párrafo, no para cada línea de él. Se visualizaría mejor.
Un abrazo.
hola paty. jeje torpeza es casi mi segundo nombre. gracias por tu comentario y sugerencia. un abrazo
ResponderEliminartioo Estoy participando en la 4ª edición del concurso “20 Blogs Peruanos” Sólo tienes que ingresar tu mail, esperar a que te llegue un correo (a veces como spam), confirmar tu voto con el link que te darán y listo! Más rápido ingresa a este link que te mandará directo a votar por mi blog: http://20blogs.pe/votar/?id=76 ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarde Claudia Alhelí Castillo
ResponderEliminarHola Ludovit. Pasé a leer los poemas de tu blogg pero no me deja comentar. Muy agradable la lectura de "Una farmaceutica impaciente", me hizo reir, creo que a todos nos ha pasado eso en un Starbucks, es difícil la elección. Gracias por pasar a mi blogg. Un gran abrazo!!!!
gracias claudia!