Obviamente
sabía que mi primer día en la San Martin me traería sorpresas pero
nunca imaginé que una de ellas sería ver ahí a Alexandra. La vi a unos diez
metros de distancia y lo primero que pensé al reconocerla fue que la pobrecita había
desistido de postular a la Universidad Nacional de Ingeniería y optado
finalmente por dar el cien veces más sencillo examen de admisión de la San
Martin. Rápidamente me pregunté de qué tanto me burlaba: es cierto, yo sí había
ingresado a la UNI, pero año y medio después abandonaba esa universidad
jaladazo en todos los cursos, y ahora en el 2003, justamente por aquello, estaba en
la San Martín como cachimbo mientras Alexandra me llevaba ya un par de ciclos
de ventaja. Entonces me dije ya déjate de ser tan conchudo y mejor acércate a
saludarla, y en este punto se produjo otra vez ese bache en la comunicación de
mi cerebro al resto de mi cuerpo cuando se trata de ser sociable: sé lo que
tengo que hacer pero finalmente no hago nada. Me excusé diciéndome que al fin y
al cabo ella y yo nos conocíamos pero nunca habíamos sido patas-patas, sino
simples compañeros de aula. Lo que era cierto.
Nos
conocimos el año 2000 en un curso de verano especializado para la UNI de la
academia preuniversitaria Pitágoras, en el local de la avenida La Marina que
creo ya no existe más. El primer día de clases nos sentamos juntos (los
asientos no eran individuales sino para tres personas) y le conversé lo más que
pude, o sea no mucho. En cambio un chico que se sentó detrás de nosotros, cuyo
nombre resultó ser David, mucho más elocuente que yo, le habló tan bien que al
día siguiente, cuando llegué al aula, Alexandra ya se había mandado a mudar a
su lado. Desde entonces, en todo lo que duró nuestra preparación preuniversitaria
juntos (primero en ese local y luego en el de la avenida Wilson), nuestra
relación fue de holas y chaus, aparte de las veces que me pedía
ayuda en algún ejercicio. Y eso que formamos parte del mismo grupo de amigos.
Claro, “los
amigos en común”, ese podría ser un buen tema para iniciar una conversación, me
dije mientras la observaba conversar con unos chicos.
-¿Qué
sabes de la gente?- le habría preguntado.
Imaginé
que entonces intercambiaríamos información. Yo le habría dicho que lo último que sabía
de Fernando es que también había ingresado a la UNI (un semestre después que
yo), a Economía, y nada menos que como el primer puesto de esa carrera, y que
lo más increíble al respecto, para el decano y profesores de esa facultad, era
que Fernando sí quería ser economista cuando lo normal era que los que
ingresaban a Economía eran postulantes a Ingeniería de Sistemas que no habían
alcanzado el puntaje suficiente; más o menos como en mi caso en el que postulé
a Sistemas pero mi nota sólo me alcanzó para Industriales (aunque ambas
carreras forman una sola facultad). Lo último que supe de Omar fue justamente a
través de Fernando. Su caso resultó ser el más curioso, no porque no haya logrado
ingresar a la UNI (conociendo a Omar eso no era para sorprenderse) sino que
siempre había sido el más desesperado por conseguir enamorada y empezar a tirar
ya. Bueno, finalmente conoció no sé donde a una chica y ambos se enamoraron
tanto, pero tanto que terminaron
escapándose de sus casas para vivir juntos. ¿Y Ricardo? ¿Llegó Natalia a darle bola?
Porque que recuerde Ricardo se le había declarado dos veces y pobre, choteado ambas;
cómo disfruté verlo sufriendo con su cara larga porque era un gordito de lo más
jodido. Natalia era simplemente demasiado bonita para él, y para todos en el
aula en realidad: no sólo Ricardo había intentado caerle; al menos fue el más
formal en sus declaraciones con salidas al cine, paseos en parques y toda esa
nota, porque el resto… como aquel que lo hizo con un “te amo” escrito con tiza y
sin firmar en la carpeta de Natalia y que nunca supimos quién fue, porque apenas
ella vio ese mensaje gritó “¡El que haya escrito esto a ver que no sea tan maricón
y me lo diga en la cara!”. Calladitos todos, no sé si por vergüenza o sorpresa
de descubrir tal temperamento.
Y esa era
toda la gente, al menos de quienes me interesaba conversar, porque hubieron más,
como ese David que resultó ser un imbécil a quien me lo encontraba de vez en
cuando en el bus yendo a Pitágoras y que me suplicaba por mis respuestas de las
tareas. Pero sólo fueron Omar y Fernando de quienes me hice realmente amigos,
con quienes saliendo de clases (cuando estudiábamos en el local de Wilson) nos
íbamos caminando hasta las galerías Brasil para jugar Winning Eleven, para luego, por simple hueveo, recorrernos a pata toda
la avenida Brasil prácticamente. ¿Sabría algo más Alexandra? Porque me desconecté
del grupo luego de ingresar a la UNI. Y pensando en ello…
-¿Y qué
fue de ti? ¿No estabas en la UNI?- me imaginé que me habría preguntado luego Alexandra
porque ella como todos sabían de mi ingreso; se los dejé bien claro cuando fui
a visitarlos a la academia aparentemente por amistad, pero en verdad fue para
lucir mi nuevo estatus de alumno de la UNI. Le habría contado mi breve
experiencia y fracaso pero dándole a entender que mi cambio a la San Martin fue
por las huelgas de la UNI (“tú sabes cómo son las universidades nacionales”) y
no por mis malas notas.
Así seguí
con esa conversación imaginaria hasta que Alexandra desapareció de mi vista,
pero la repetiría en los días, semanas, y meses siguientes cuando la volvía a
ver, pero nunca se llegó a dar. Ya luego de varios ciclos, presentarme ante
ella y actuar como si recién la reconociera no tenía sentido, entonces desistí
de todo ese asunto y ya no me preocupé más, incluso nos llegamos a sentar
juntos en algunas clases pero nada, cada uno en lo suyo, salvo por cruces de
mirada que siempre me dejaron con la duda si es que ella también me reconocía o me había olvidado completamente.
La última
vez que la vi fue poco antes de culminar mis estudios y estaba embarazada.
Estoy seguro que si investigara en Facebook me enteraría de más cosas, de ella,
Omar, Fernando y de toda esa gente, pero me da mucha pereza hacerlo, aunque en
el fondo creo que es miedo a descubrir que son más exitosos y más felices que
yo.
****
Efectivamente, ese Pitágoras de La Marina ya no existe.
ResponderEliminarVaya, yo en tu lugar sí me hubiera acercado a ella, no tenía nada que perder y si luego de ello te ignoraba, al carajo, al menos te sacabas la espinita. En fin, a lo pasado, pasado :) En una próxima reunión blogger te reto a un Winning Eleven 3 :P
Saludos.
siglos q no juego winning, lo q si juego a veces en un emulador de super nintendo es super soccer jaja.
Eliminarsaludos, edch
Quiero ese reto tambien!
ResponderEliminarigual como dice Edch, me acercaba a ella.
En esta etapa vemos a chicas que conociamos, que estan embarazadas o casadas, a veces me siento mal o triste.
Pero al huevo, estoy bien así!
mientras no me reencuentre con una amiga y su chibolo y me diga q es mi hijo, todo perfecto jeje.
Eliminarsaludos, maxwell
Bueno no se. Tampoco es el fin del mundo. Por ahi a veces pasa que uno es medio timido, no se anima y a veces deja pasar la oportunidad. Pero te puede servir de aprendizaje para que en otra ocasion te atrevas a intentar un poco mas. No se... digo.
ResponderEliminara veces se da contrario y es a mi a quien reconocen por la calle o sitio cualquiera y se me acercan a saludar, dependiendo de mis recuerdos acepto el saludo de esa personao me hago el loco y fugo al toque jeje.
Eliminarsaludos, gustavo
Estoy segura que sí te recordaba... Nosotras tenemos MUY buena memoria para los rostros, recuérdalo siempre ;)
ResponderEliminarBesos mentales.
ah si? gracias por el dato, belleza, ya se un poquito mas sobre las mujeres :)
Eliminarun beso
Me parece, o es que a los hombres les cuesta más que a nosotras la abordar al sexo opuesto?
ResponderEliminarUn beso Ludobit :)
depende, edch y maxwell son pruebas q no todos nos palteamos en situaciones asi jeje.
Eliminarun beso, paty
Hubo unos cuantos enredos entre chisme y chisme, pero el final es tan cruel que me echaré una siesta, son las ocho de la madrugada ;)
ResponderEliminarPercibo cierta amargura, eso que no es febrero o diciembre.
ocho de la madrugada? jaja pronto me ganaras en ojeras.
Eliminarun beso, bellarte
Es por el trabajo, ya te contaré.
Eliminar:)
EliminarLa frase final me mató, pues por mucho tiempo fue la razón principal para alejame de toda red social, pero algo muy cierto es que la vida no espera, los cambios se dan, las personas vienen y van y al final te das cuenta que nada de eso importa mientras uno esté feliz condigo mismo. Se conoce a mucha gente pero solo vale la pena velar por los que hicieron algo bonito por ti.
ResponderEliminaren las redes sociales uno se puede enterar de cosas q ni siquiera se quiere o interesa, para bien o para mal, por eso ando un poco alejado de esa nota.
Eliminarsaludos, munani
Esta también se me había pasado!!! POR QUEEEEEEEEEEEEE!!!
ResponderEliminarBueno, eso que piensas, de que en realidad puede que no quieras saber de ellos porque tal vez son más exitosos, me pasa también. Pero sabes, tú debes ser más exitoso que ellos también. Piénsalo así, puede ser lindo reencontrarte con ellos y recordar momentos pasados!!!
Nunca le hablaste, pero estoy segura que esas miradas significaban mucho más. Quién sabe, tal vez pensaba lo mismo "se acordará él de mí???".
Un besito Ludobit!
No creas que no estaba pendiente de tus post's! No sé porque no me llegaban actualizaciones!!!
sobre el exito... he ahi una de las razones por las que tampoco voy a mis reuniones de promocion de cole... ademas del hecho de q la gran mayoria me llegaba al pincho jaja.
Eliminarsobre las actualizaciones... normal, a mi tambien me pasa a veces, se loquea blogspot.
un beso, marite
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