domingo, 30 de octubre de 2011

Un dulce beso en la mejilla

Sebastián estaba afeitándose las bolas cuando sonó su teléfono: 
-Sebas, necesito hablar con alguien- dijo muy triste una voz de mujer apenas él contestó. 
-¿Eva?- dudó Sebastián. 
El identificador decía “Eva” pero Sebastián no reconoció esa voz. 
-Sí. Estoy en el parque Kennedy, ¿puedes venir? 
-¿Qué pasó? 
-Omar y yo terminamos… ¿puedes venir? 
Sebastián miró su entrepierna en el espejo que tenía al frente. Estaba en su baño. 
-¿Puede ser en una hora? Tengo que terminar… unas cosas y tomar una ducha. 
-¿No puede ser antes? Por favor, estás cerca. Te invito a comer- dijo Eva en tono suplicante. 
-Ok, ok. En 15 o 20 minutos estoy ahí- dijo Sebastián y se despidieron. 
Era un sábado en la tarde. 



-Omar y yo…- empezó a contar Eva. 
Sebastián la miró directamente a los ojos, y de la nada tuvo una revelación: estaba afeitándose las bolas cuando sonó su teléfono pensó y se emocionó. Luego de semanas de no saber qué escribir, sintió que esa frase era excelente para iniciar una historia. La cambió un poco: Diego estaba afeitándose las bolas cuando sonó su teléfono. Diego era su alter ego: el protagonista de los relatos que escribía en su tiempo libre, siempre extravagantes e imposibles. Trató de ir más allá y se preguntó a qué situación absurda podría dar pie aquel inicio, pero algo le molestaba. Comprendió que existía cierta familiaridad en esa frase; ¿ya la había escuchado antes? Luego de unos segundos lo recordó: estaba pasando la aspiradora cuando sonó el teléfono; así empezaba un cuento de Carver del que no recordaba el título. Era innegable el parecido pero descartó cualquier dilema moral, porque una cosa era pasar la aspiradora y otra muy distinta afeitarse las bolas. 
-Eva, su pedido está listo- resonó por unos parlantes. 
Estaban en el local de Bembos de la avenida Larco (cerca a la municipalidad de Miraflores), sentados en una mesa uno frente al otro. 
-¿Puedes ir a recogerlo, Sebas?- preguntó Eva y Sebastián asintió con la cabeza. 




-¿Su nombre?- le preguntó un empleado a Sebastián. 
-Eva- respondió él, y le entregó el ticket en el que figuraba el nombre de ella. 
-¿Se te olvidó afeitarte hoy, Eva?- dijo una voz de mujer. 
Sebastián giró a su derecha: una simpática chica lo miraba sonriente. Sebastián le calculó la misma edad de Eva, unos 23 años. Él tenía 26. 
-¿Qué?- preguntó confundido. 
-Dudo que “Eva” sea tu nombre. 
Sebastián se pasó una mano por el rostro y sintió su barba de unos días. “¿Se está burlando de mí o me está coqueteando?” se preguntó. 
-Sí me afeité… pero no la barba- dijo devolviéndole la sonrisa. Cogió la bandeja con el pedido y regresó a su mesa cuidando de no ver a la chica. Había tenido el valor para responderle así pero no para ver su reacción. 




-¿Qué te dijo esa chica?- le preguntó Eva sin mucho interés a Sebastián cuando se sentó. 
-Nada, sólo quería saber la hora- le respondió él, mientras distribuía las hamburguesas y los vasos de Inca Kola- ¿Sigue ahí? 
-No, se fue al segundo piso. 
-Ah ok. 
-Bueno, ¿en qué iba? 
-Mmm… ¿Omar?…- tanteó Sebastián. 
-No, no, ya me acordé…- y Eva reinició su historia. 
Sebastián empezó a comer su hamburguesa mientras veía a su amiga. Estaba tratando de disfrutar esa Clásica (carne, lechuga, tomate y mayonesa) sin pensar en las demás opciones, pero no lo pudo evitar: ¿sabría mejor la Hawaiana, o la Extrema, o la Criolla, o cualquier otra? Había elegido la Clásica luego de varios minutos de indecisión sólo porque las otras contenían algún ingrediente desconocido, pero todas se veían igual de deliciosas. “Carajo, ¿por qué soy tan indeciso?” pensó Sebastián, y recordó que un par de noches atrás tuvo el mismo problema en una casa de masajes: ¿la rubia o la pelirroja, la morocha o la blanquita? Por eso, por no saber tomar decisiones, buenas y rápidas, no se veía consiguiendo un ascenso en su trabajo en un futuro cercano. 
Entonces Eva empezó a llorar. 
“Supongo que tengo que abrazarla” pensó Sebastián, y lo hizo: se sentó a su lado y la rodeó con un brazo. Ella se pegó a él mientras seguía hablando entrecortadamente. Una idea cruzaría la cabeza de Sebastián: “¿se comerá su hamburguesa?”. La hamburguesa de Eva era una Francesa y estaba intacta. Sebastián quería probarla y comparar su sabor con la Clásica, además, pensaba, era obvio que ella no tenía ganas de comer. Pero cómo preguntarle “Eva, ¿te vas a comer tu hamburguesa?”. La situación no era fácil, como todas en las que le tocó estar al lado de una mujer llorando. En especial aquella vez de adolescente, cuando su madre le acababa de servir su almuerzo y de pronto empezara a llorar; el hermano de Sebastián estaba hospitalizado, muy grave. Estaban en la cocina y su madre se sentó al otro extremo de la mesa donde continuó llorando incontrolablemente. Sebastián la veía congelado sin saber qué hacer. Minutos después ella se pondría de pie y haciendo un gigantesco esfuerzo contendría su llanto, enjugaría sus lágrimas con una servilleta y le diría un heroico “come; se te enfría el almuerzo”. Y el comió con la mirada fija en su plato. “Mierda, ¿por qué no hice nada?” se recriminó Sebastián y sintió un nudo en la garganta y que le ardían los ojos. 
-¿Sebas?- preguntó Eva. 
Sebastián la miró y ella notó los ojos rojos de su amigo. 
-Ay, amigo, no quise apenarte. 
Eva apoyó su cabeza en el hombro de Sebastián y él la odió: “no estoy así por ti, cojuda, es por mi mamá: mi hermano se estaba muriendo; ese era un problema de verdad y no como el tuyo… sea cual sea” pensó, y ya no le importó nada: 
-¿Eva, te vas a comer tu hamburguesa? 
Sebastián esperó que ella lo mandara al demonio, pero no sucedió: 
-¿Mi hamburguesa? Jajaja, ay, Sebas, gracias por hacerme reír. Cómetela, yo no tengo hambre la verdad- dijo Eva y continuó hablando. 
Sebastián probó esa combinación de carne, salsa de champiñones, queso y papas fritas. Aún molesto le costó saborearla bien los primeros segundos pero paulatinamente su sentido del gusto volvía a funcionar, y con él volvía la calma: había hecho bien en no escoger la Francesa. 




Iban los dos por la avenida Larco. Sebastián acompañaba a Eva a su paradero; anochecía. Ella, mucho más tranquila ahora, seguía con lo suyo, mientras Sebastián recordaba las mañanas que caminó por esa avenida rumbo a Larcomar, a leer un periódico y perder el tiempo, en vez de ir a sus clases de inglés. Hacía tres años nomás de aquello pero igual lo recordaba con nostalgia, porque él era así, nostálgico. De pronto escuchó a Eva: 
-¿Qué opinas, Sebas? ¿Algún consejo? 
-Mmm… la verdad, amiga… sólo puedo ayudarte escuchándote- dijo Sebastián y sintió todos sus músculos contraerse, haciendo fuerzas para que Eva no insistiera. 
Ella sonrió y lo abrazó: 
-Escuchándome me has ayudado mucho, no sabes cuánto te lo agradezco- y le dio un dulce beso en la mejilla, porque ella era así, dulce.
“Ufff… eso estuvo cerca” pensó Sebastián aliviado. 
Eva no podía dejar de hablar así que siguió haciéndolo. 
Sebastián sintió un escozor en la entrepierna y solapadamente se rascó introduciendo una mano en su bolsillo. Recordó entonces sus bolas a medio afeitar, pero más importante y emocionante que eso, recordó las bolas a medio afeitar de Diego.



domingo, 23 de octubre de 2011

Con corbata es mejor

-El problema no es que esa gente sea pobre, sino que está mal acostumbrada a pagar poco o nada sólo porque el Rosenthal es un colegio parroquial. Además, ¿dónde está la pobreza?; un alumno pobre no va con zapatillas de marca a educación física, no usa buenas mochilas ni escribe en cuadernos anillados, no es traído y llevado en movilidad escolar y ni mucho menos tiene un papá con auto. Y así es en la mayoría de los casos; he investigado a todas la familias y créame, salvo unas cuantas excepciones, pobres no son. Tampoco digo que sean ricos o acomodados; son de clase media. Magdalena es un distrito de clase media y si el Rosenthal está en Magdalena es lógico que sea un colegio para gente de clase media. 

-En teoría sí. 

-Pero en la práctica no lo es, o al menos no luce así. Todo el pabellón de primaria esta hecho de adobe, la pintura de las paredes está que se cae por todos lados y los baños son una vergüenza. El Rosenthal está al frente de la plaza mayor del distrito, toda una cuadra, al lado de nuestra iglesia que pequeña no es. Debería ser el colegio más importante de Magdalena. 

-¿Y por qué no lo es? 

-Verá, padre Ramón: yo respeto y quiero mucho al padre Hector, es uno de mis mentores... 

-Fue una de las razones por la que lo envié a usted a Magdalena; sabía que se conocían y se estimaban. 

-Así es, por eso me apena mucho decir esto, pero no creo que el padre Hector esté haciendo un buen trabajo como director del colegio. Usted sabe que ya tiene más de 70 años… 
-Yo no estoy muy lejos de es esa edad, tampoco. 

-Disculpe padre Ramón, no quise ofenderlo. 

-No, no se preocupe. Continúe, por favor. 

-Quiero decir que la edad del padre Hector más su carácter excesivamente bondadoso han hecho que los padres de familia, e incluso los alumnos, en vez de respetarlo se aprovechen de él. No sabe la cantidad de becados y medios becados que hay, y pedir beca, con lo baja que es la pensión que cobra el colegio, me parece una desfachatez. 

-Entiendo, entiendo… y dígame, y en actividades extracurriculares ¿cómo le va al Rosenthal? 

-En deportes somos una nulidad. En futbol es comprensible: no hay espacio para una cancha de pasto donde entrenar; en los otros deportes con nuevo equipamiento se podría lograr algo. Pero lo más lamentable pienso es la banda de música. Son cuatro gatos tocando instrumentos viejísimos que en cualquier momento se van a malograr. No se imagina el triste espectáculo que dimos en el desfile por el aniversario de Magdalena del año pasado. El colegio desfilando por la avenida Brasil ante la mirada de decenas de vecinos, y de las autoridades también: el alcalde y sus regidores estaban ahí, y nuestra banda era la más pequeña y la que peor sonaba de todas. Y para colmo nuestros alumnos desfilando con esas chompas plomas, como si fuéramos cualquier colegio estatal. Colegios particulares más pequeños que nosotros ya tienen sus propios uniformes. No quedamos ni terceros, no ganamos nada. Ganó un colegio de mujeres, ¿puede creerlo?: un colegio de mujeres le ganó a uno de hombres en un desfile militar. Si de mí dependiera dejaríamos de participar en ese desfile por un par de años, y volveríamos ya con una banda numerosa tocando nuevos instrumentos, y con nuevo uniforme también, que ya lo tengo en la mente: una chompa celeste con franjas blancas en un brazo y una S blanca mayúscula, de Salesiano, en el pecho, sobre el corazón... ¡ah! y con corbata; poquísimos colegios la usan, y creo que con corbata es mejor; da cierta elegancia y distinción… Así nadie nos ganaría. 
-Lo ha pensado bien. 

-Pero no queda ahí. Hay mucho por hacer por la infraestructura del colegio. 

-Para todo eso necesitaría mucho dinero. 

-Pero como subdirector no tengo mayor gerencia sobre el presupuesto. 

-¿Y si así fuera? 

-Empezaría doblando la matrícula y la pensión. 

-¿Las doblaría? No teme perder alumnos por eso. 

-No. Aun doblando esos montos seguiríamos siendo más baratos que otros colegios prestigiosos, y con el tiempo los padres de familia verían que su dinero está siendo bien invertido, que vale la pena. 

-Y luego qué más. 

-Organizaría bingos, kermeses, rifas, sorteos, polladas… todo lo que sea necesario. Y no aceptaría que nadie me venga a devolver boletos, nada de “padre, no he podido vender mis boletos y no puedo comprarlos todos”... ¡Mentira! esta gente es ociosa: si tengo que obligarlos a salir a vender a las calles, lo haré; están muy mal acostumbrados a recibir cosas sin esforzarse a cambio. 
-Tiene la pasión de un joven, padre Rogelio. 

-Ni tan joven, con 45 años... 

-Bueno, relativamente joven. Como le dije hace un año, me tiene muy preocupado el estado del Rosenthal. Uno espera más de un colegio que, como usted bien dice, está en un distrito de clase media para gente de clase media. Ya tenía mis sospechas sobre el padre Hector y usted no ha hecho más que confirmarlas ahora. Es usted un buen observador. 

-En mi cargo actual y en un año es poco lo que pude hacer en obras concretas, salvo observar y sacar conclusiones. 

-Y qué mejor posición para esa tarea que la de estar segundo al mando. 

-Créame que me gustaría hacer mucho más por ese colegio. Al menos me he dado el gusto de hacerles notar a los alumnos que yo no entro en juegos, y a muchos padres de familia también. 

-Eso también era parte de mi plan: que usted se diera a conocer. Pero bueno, confío en que usted como director sacará adelante al Rosenthal. 

-¿Director? 

-Sí, padre Rogelio, a partir de este año escolar usted es el nuevo director del colegio parroquial Salesiano Rosenthal de la Puente. Felicitaciones.

-Muchas gracias, padre Ramón. Estoy feliz pero disculpe que no lo demuestre mucho... 

-Ya lo veía venir en el preciso momento que lo llamé para esta reunión, ¿no es así? 

-Sí, no se lo puedo negar. ¿Y qué pasara con el padre Hector?

-Creo que ya es tiempo que vuelva a su país. Nuestros hermanos salesianos de España ya sabrán qué hacer con él.


domingo, 16 de octubre de 2011

La Cofradía Láctea

-Ustedes saben que no soy alguien espontáneo y que me gusta escribir, por eso en vez de improvisar las siguientes palabras preferí redactarlas…
Sebastián sacó un papel y empezó a leer:
-Estimados cofrades. Conocí a Bruno en nuestro primer día de clases en la Universidad de San Martín de Porres y la primera impresión que tuve de él fue muy mala. Estaba yo en la primera clase del día dándole un vistazo a mis nuevos compañeros de aula, éramos más o menos cien alumnos, cuando noté que entre todas esas cabezas había una que destacaba nítidamente por su aparente falta de cabello. Obviamente se trataba de alguien que había seguido la casi extinta costumbre de afeitarse la cabeza luego de aprobar el examen de admisión. Pensé “pero qué huevón se rapa estos días luego de ingresar a la universidad”… Amigos cofrades, ese huevón era Bruno.
Sebastián señaló a Bruno y todos rieron.
-Y como si eso no fuera suficiente, al final de esa clase la profesora a cargo preguntó quién quería ser el delegado del curso. Sólo un alumno alzaría el brazo: Bruno. Pensé, mientras lo veía, ahí él bien sentado e inocente, con su cabeza rasurada y con el brazo en alto, “pero qué chupamedias es éste”. 
Las risas interrumpieron la alocución de Sebastián brevemente.
-Sobra decir que con el paso del tiempo mi opinión de él cambiaria y que terminaríamos siendo grandes amigos. Tampoco voy a empezar una aburrida enumeración de sus virtudes porque estoy seguro que ya las conocemos, si no, no estaríamos acá en esta cena agasajando a nuestro amigo. Nuestro amigo que tiene como nickname “ExGordo” en nuestro foro de La Cofradía Láctea y que le calza a la perfección. Ustedes ya lo conocieron delgado pero yo en cambio tengo el orgullo de decir que soy el único en esta mesa que lo conoció cuando era todo lo contrario. Le decía en ese tiempo “hola, Gordo” pero ahora, cuando por costumbre aún le saludo de esa manera, me corrige muy serio: “Gordo no; Ex Gordo”. Por supuesto los que éramos sus amigos se lo decíamos con cariño, pero nunca faltaban los que lo hacían con evidente mala intención; y eso era algo que a Bruno le jodía por más que el tratara de no darle importancia. Entonces yo le decía “Bruno, que se vayan a la mierda esos hijos de puta”: y ahora agrego, Bruno, que se vayan a la mierda también las que te hicieron sufrir alguna vez.
Se empezaron a escuchar aplausos y otras muestras de júbilo.
-Pero sin importar qué o quiénes se interpusieran en su camino, Bruno siguió adelante. Y así quedarían atrás los años de quemarse las pestañas estudiando, las prácticas pre-profesionales mal pagadas, el sobrepeso, las incomodas combis, cousters, buses y microbuses; y llegarían los títulos y maestrías, los trabajos bien remunerados, el gimnasio y las dietas, el auto propio… llegaría La Cofradía Láctea a su vida, de la que rápidamente terminaría siendo uno de los miembros más activos. Y esto de “miembro más activo” tiene doble sentido, porque creo que a estas alturas Bruno ya ha estado con casi todas las damas de compañía de Lima. Fue por él que me hice cofrade también, aunque no de inmediato. Y es que la primera vez que vi el foro y leí las detalladas descripciones de algunas de las damas de compañía, escorts, kinesiólogas, prostitutas, o como quieran decirles, pensé “yo no puedo ser parte de esta gente”, y no porque me sobrara moralidad sino porque me faltaba plata. O sea, ¿200, 300 soles por hora? cuando yo por entonces a lo mucho había pagado 50 soles por 30 minutos. Cómo pueden pagar tanto me pregunté. Ahora lo sé y bien: a ver, tenemos acá ingenieros, abogados, gerentes, arquitectos, gente que es dueña de sus propias empresas… y ni hablar de los autos que están afuera estacionados. Cualquiera nos viera y diría “pero qué selecto grupo de distinguidos y honorabilísimos caballeros deben de ser estos”. Bueno, lo de distinguidos sí, lo de honorabilísimos, pues, mejor lo dejo ahí... Pero Bruno otra vez, demostrando que estaba siempre un paso delante de nosotros, se convirtió en el cofrade más famoso. Yo pregunto: ¿quién de ustedes ha salido en televisión? Pues que yo sepa nadie salvo nuestro querido Bruno, y su ya célebre aparición en los noticieros el día que la policía desarticuló la red de prostitutas colombianas que operaban en varios hoteles de Miraflores. Ellas aparecían cubriéndose la cara con alguna prenda, y nuestro amigo con apenas un calzoncillo encima tapándose lo mejor que podía la cara con sus manos. Se suponía que esa noche Bruno solo gastara 200 dólares por una hora, pero terminó desembolsando en total como 400 teniendo en cuenta lo que le tuvo que dar a la policía para que no lo metieran a un calabozo.
Sebastián hizo una pausa para tomar un poco de agua y luego continuó:
-Así como cuando una bailarina al retirarse de su oficio se dice que va a colgar las tangas, pues Bruno va a colgar los preservativos. Nuestro hermano y amigo se nos casa y ha decidido abandonar su condición de cofrade, aunque acá hay varios que siguen siendo miembros activos y “buenos” esposos y padres de familia a la vez. Tal vez ellos puedan enseñarte Bruno cómo “trampear”* y no morir en el intento. Pero no, sé que estas enamorado y que quieres ser un buen esposo y empezar una familia, y es una decisión que respetamos. Así como respetamos tu sabia decisión de no invitarnos a tu matrimonio; sabia porque no vaya a ser que alguien pasado de copas termine hablando demás.
Sebastián se detuvo para coger una copa de champagne, y todos lo imitaron.
-Bruno tu historia es ejemplar y hasta viene con moraleja, como para enseñársela a los niños: “niños, si estudian, se esfuerzan y sacrifican, cuando sean grandes se acostarán con despampanantes meretrices colombianas que cobran 200 dólares por hora”…
Estallaron carcajadas. Sebastián dejó de leer.
-… Este brindis es por ti, amigo mío: ¡Por Bruno!
-¡Por Bruno!- repitieron todos.
-¡Y que empiece la despedida de soltero!- exclamó Sebastián antes de acercase a Bruno para darle un abrazo. 


NOTA:
trampear: engañar a la pareja 

lunes, 10 de octubre de 2011

No sabes qué es el amor (por Raymond Carver)


Empiezo aclarando que esto no es un cuento (en serio, no lo es), y sobre el título de este post, bueno, pues, de eso hablaré en unos minutos.
Después de veinte cuentos  (y un par de sketches),  a un promedio casi de un cuento por semana, decidí tomar un descanso estos últimos siete días. Lo que hice en este tiempo fue pensar, evaluar, sacar conclusiones de, digamos, la “primera temporada” de mi blog. Bueno, y como una cosa lleva a la otra, de paso terminé pensando en mi vida también. Las conclusiones me las guardo. Sólo puedo decir que la próxima semana empieza la “nueva temporada” con más de lo mismo (esto lo puedo prometer) pero mejor escrito (esto último no lo puedo prometer).
Mientras les dejo algo: un poema de uno de mis escritores favoritos, Raymond Carver, sobre otro de mis escritores favoritos, Charles Bukowski, en forma de video y texto, en ese orden. 
Que tengan una buena semana y hasta el próximo lunes.

(Por si acaso la voz del video no es mía. Pero me estoy animando a hacer algo parecido más adelante, y si alguno de ustedes se anima, mejor aun)


Vos no sabés qué es el amor

(una tarde con Charles Bukowski)

por Raymond Carver

Vos no sabés qué es el amor
dijo Bukowski
tengo 51 años
y estoy enamorado de esa pendeja
me pegó fuertísimo
pero no te preocupés
ella también está enganchada
así debe ser mi viejo
yo me les meto en la sangre
y ya no pueden olvidarme
Tratan de alejarse
pero finalmente vuelven
todas ellas vuelven
salvo ésa
que dejé plantada
Me hizo llorar y mucho
bueno en realidad
en esos días
tenía la lágrima fácil
Por favor
no me dejes tomar bebida blanca
me pongo mal –me vuelvo despreciable
Yo podría sentarme con Uds.
hippies queridos
y chupar cerveza toda la noche
sí diez latas o más de esta cerveza, y nada
 –todo bien es como agua
Pero si tomo licor
empiezo a tirar gente por la ventana
ya lo he hecho
Vos no sabés qué es el amor
Porque no te has enamorado
así de simple
yo tengo esta mina joven
que es muy, muy hermosa
Ella me llama Bukowski
Bukowski repite con su voz
suave y melodiosa
yo le contesto QUÉ
Vos no sabés qué es el amor
te estoy tratando de explicar
y no me escuchás
Si el amor irrumpiera en esta habitación
y les pateara el culo
ninguno de Uds.
podría reconocerlo
En una época pensaba
que las lecturas de poesía
eran un modo de entregarte
Mirá yo tengo 51 años
conozco algo la calle
sé que significa una lectura
pero me dije Bukowski
cagarte de hambre
es la peor de las entregas
Entendéme nada es lo que debiera ser
Ese tipo –cómo se llama
sí ese tal Galway Kinnell
ví su foto en una revista
Tiene su pinta
pero es profesor
Cristo Dios imagináte eso
Pero Uds. También enseñan
y yo ya estoy insultándolos
qué voy a hacer
No  -no sé quién es
y ese otro menos
Todos son insectos
egos desproporcionados
Yo ya no hago muchas lecturas
pero ésos que construyen
una reputación
basada en 5 ó 6 libros
son todos unos insectos
BUKOWSKI dice ella
Por qué escuchás
música clásica todo el día
Eso te sorprende
no imaginás a una bestia como yo
escuchando música clásica
todo el día
Brahms Rachmaninoff Bartok Telemann
Carajo no puedo escribir en esta casa
Demasiado silencio muchísimos árboles
prefiero el centro de la ciudad
ése es mi ambiente natural
pongo mi radio en FM y la música
la música clásica fluye toda la mañana
y me siento frente a la máquina
y enciendo un habano
y lo fumo así de esta manera
así
INTENSAMENTE
Me digo Bukowski
sos un tipo con suerte
Bukowski viviste todo
sos un viejo con suerte
El humo azul flota
en la habitación y yo miro
a través de la ventana
observo la avenida Delongpre
Veo a muchas personas
caminando por las veredas
Apago el cigarro
aspiro profundamente
y comienzo a escribir
Bukowski esto es vida
Pienso
es bueno ser pobre
es bueno tener hemorroides
es bueno estar enamorado
Pero vos no sabés lo que es
Vos no sabés qué es el amor
Si la vieras comprenderías
todo lo que te quiero explicar
Ella imaginó
que fui a su casa
a encamarme
Ella adivinó mis intenciones
me lo dijo
Mierda tengo 51 años
ella sólo 25 y estamos enamorados
Ella es sumamente celosa
Jesús esta es la belleza total
Me dijo
que me arrancaría los ojos
si yo salía con otra mujer
Entendés esto es el amor
Que saben Uds.
Les voy a contar algo
he conocido a tipos en la cárcel
que tienen más estilo
que las personas
que vienen a esta universidad
a las lecturas de poemas
Son chupasangres
que quieren comprobar
si las medias del poeta
están limpias
si usa desodorante
Creánme no intento defraudarlos
Quiero que recuerden algo
en esta habitación hay un solo poeta
sólo un poeta esta noche en la ciudad
y ese poeta soy yo
Qué mierda saben Uds. de la vida
Qué saben de cualquier cosa
A quién de Uds. lo echaron del trabajo
Quién fajó a su hembra
A quién lo apaleó su hembra
A mí por ejemplo
me echaron de Sears Roebuck
cinco veces
y me recontrataron otras tantas
Trabajaba en los depósitos
ya tenía 35 años
y me echaron porque creían
que yo robaba galletitas
Sé de qué se trata
Estuve ahí
Tengo 51 años ahora y estoy enamorado
Esta pendeja me dice
Bukowski
le contesto siempre
QUÉ
Tenés la cabeza llena de mierda
BEBÉ vos sí que me comprendés
Ésta es la única hembra
hombre o mujer en este mundo
de la que aceptaré
comentarios de esta índole
Vos no sabés qué es el amor
Todas vuelven finalmente
salvo ésa de la que ya te hablé
Estuvimos juntos siete años
y nos chupamos todo absolutamente
Hay un par de dactilógrafos
esta noche en esta habitación
pero escasean los poetas y no me sorprende
Tenés que conocer el amor para escribir poesía
y….
Vos no sabés qué...
Ése es tu problema, el amor
Dame un poco de eso puro sin hielo
Bueno ya es hora de comenzar el espectáculo
Sí si ya sé lo que dije
Sólo un trago más
tiene buen sabor
Vamos quiero terminar esta lectura temprano
Y después no se descuiden
no se acerquen a las ventanas

(versión Esteban Moore)

domingo, 2 de octubre de 2011

El próximo sábado, su cumpleaños

Apenas Carlos sacó la pistola y ya Diego está en el aire dispuesto a recibir la bala. Diego está con los ojos bien cerrados anticipándose al dolor del impacto del proyectil, y, también, porque con ese gesto bien podría dar la impresión de estar muerto al momento de caer al suelo. Sonia, por quien Diego está  inmolándose, lo sacudiría tratando de reanimarlo y entonces él abriría los ojos muy despacio, la miraría fijamente y con voz moribunda se presentaría al fin: “hola, soy Diego”. Al menos ese es su plan, el que planeó ahí mismo, hace un instante, y que sólo podría arruinarlo el que la bala lo mate instantáneamente o le diera en un órgano que herido le impidiera articular palabra alguna. O, también, el que Carlos empiece una balacera y produzca un caos que para nada sería conveniente, pero esto último ya no es problema porque Diego tomó la precaución de gritar “¡cuidado, tiene un arma!” en el preciso momento en que la bala salía disparada (sí, así de exacto) y pudo ver, antes de cerrar los ojos, a varios cayéndole encima a Carlos, reduciéndolo. Como sea, Diego está confiado en que finalmente nada impedirá su agonía en los brazos de Sonia, ex de Carlos, y ex porque, Diego está más que seguro, ni cagando ella volvería con alguien que intentó meterle un balazo, a menos de que sea una gran cojuda.
Se supone pues que, en plena vivencia de una experiencia cercana a la muerte, Diego ya debería estar repasando todos y cada uno de los momentos de su vida, sin embargo no puede dejar de pensar en la suerte que está teniendo. Carlos y Sonia, el bebo y la beba (como tan ridículamente les gustaba llamarse), la parejita por excelencia de la facultad, los que llevaban como enamorados cuatro años ininterrumpidos desde el primer ciclo, los que, según algunos rumores, planeaban casarse luego de graduarse, sí, ellos mismos, terminaron el día de ayer, y están ahora, en este pasillo de la facultad, con Diego en medio, protagonizando este intento de homicidio. Hace unos minutos nomás Diego veía a Sonia caminar despreocupada cuando vio a Carlos, unos metros detrás de ella, avanzando con los ojos desorbitados, el ceño fruncido y sonrojado por la cólera; Carlos se detuvo y gritó “¡Sonia!”. Ella se detuvo también y volteó.  “Si no eres mía, no serás de nadie” grito Carlos, sacó su arma y disparó. Diego supo de inmediato que esta situación tan cliché era su oportunidad; la oportunidad de morir como un héroe y no como un vulgar suicida, porque ya había decidido suicidarse el próximo sábado, su cumpleaños, que anticipaba pasaría solo.
Ahora Diego piensa que es tiempo de seguir las costumbres y empezar a recordar su vida, aunque la curiosidad puede más; decide abrir los ojos y ver cómo están las cosas: ¡sorpresa!; otro candidato a héroe vuela en frente de él dándole la espalda. Muy enojado, Diego exige explicaciones:
-¡Hey!- exclama Diego.
El otro voltea sorprendido.
-Sí, tú- dice Diego
-Vaya… no me había dado cuenta que alguien más se había lanzado- dice el otro.
-Pues sí, somos dos, pendejo. ¿Qué carajo crees que estás haciendo?
-¿No es obvio? Tratando de salvar a la chica.
-Yo estoy tratando de salvarla.
-Genial. Si somos dos de hecho la bala no le dará a ella.
-No, pendejo, no entiendes: sólo yo debo salvarla.
-No soy ningún pendejo, mi nombre es Juan, ¿y el tuyo cuál es?
-¿Qué? Huevón, ¿no entiendes lo que te estoy diciendo?
-Aguanta, aguanta… ¿por qué tan alterado, amigo?
-¿Amigo? Mierda, sólo apúrate en caer.
-¿Y por qué habría de hacer eso?
-Ok, ¿Juan, verdad? Escucha, disculpa mi comportamiento, el asunto es que no tienes de qué preocuparte, lo tengo todo controlado, así que puedes caer rápido, esquivar la bala e irte.
-¿Y si la bala no te da y va directo hacia ella? No me puedo arriesgar.
-Ah no, tú no me vas a cagar el plan.
Diego pierde la paciencia: sujeta a Juan por los hombros tratando de apartarlo. Empiezan forcejear.
-¡Primera comunión!- grita Juan.
-¿Qué?- dice Diego.
-Primera comunión… estoy recordando mi primera comunión… ¿y tú? ¿En que recuerdo de tu vida vas?
-¿Recuerdo?… ¿mi vida?… pues… pues… ¡puta madre!
¡Zas! Caen al suelo.
Diego sigue con los ojos cerrados deseando con toda su alma sentir algún dolor extremo, lamentablemente no siente nada más que el peso de su cuerpo sobre el piso. Escucha entonces la voz desesperada de una mujer:
-¡¿Estás bien?!- Diego abre los ojos… ¡es Sonia!
-Sí, sí… hola, soy…
-¡Entonces apártate rápido, por favor; Juan está herido!
“Sabe su nombre”, pensó Diego, “sabe su nombre…”
*
Ahora, distante, Diego observa a Sonia acompañar a Juan quien es llevado en una camilla hasta una ambulancia; la bala le dio en un brazo. A Diego ya lo revisaron: ni un solo raspón. Carlos, ya desarmado, sigue en el suelo bien controlado por quienes le cayeron encima, a la espera de que llegue la policía; no deja de gritar “¡perdóname beba, perdóname!”, pero Sonia está concentrada en el herido de bala.
Suena de pronto el celular de Diego; es su madre:
-¿Aló, mamá?
-Aló, Diego. Hoy hablé con tu padre. Dice que viene el sábado a...
-¿Viene por mi cumpleaños?
-¿El sábado es tu cumpleaños?... ¿Aló?... ¿Diego?... ¿Aló?...





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