Un otaku
es una persona aficionada al manga y
al anime, o sea, a las historietas y
dibujos animados japoneses. Una fiesta otaku
es como cualquier otra sólo que la música que se pone es sacada de soundtracks
de series y películas anime, y en la
que la mitad de sus asistentes va siempre disfrazada de personajes propios de
esas producciones. En aquella nuestra primera fiesta de ese tipo, Eduardo y yo,
amigos y otakus hasta el día de hoy, no
estábamos disfrazados; aunque según él, yo, con mi barba y mis lentes, fácilmente
hubiera podido caracterizarme como el maquiavélico Gendo Ikari de la serie Evangelion.
Eduardo, amante de las juergas, fue con
verdaderas ganas de festejar; yo, que odiaba las fiestas, sólo por curiosidad. Y
transcurridas unas horas estábamos logrando nuestros propósitos. Eduardo, ya
con varios litros de cerveza en su organismo, bailaba feliz con alguna chica,
mientras que yo, sentado en una mesa y completamente sobrio (porque en esa
época no bebía ni una gota de alcohol), observaba fascinado todo lo que sucedía
y, de paso, cuidaba la botella grande de Cristal
más reciente que mi amigo había comprado. Para entonces ya nos habíamos reído bastante
con el desfile de disfraces en donde predominaron las pelucas de colores
chillones y las armaduras hechas con pedazos de cartulina forrados con papeles
brillantes; y, de igual forma, con el concurso de karaoke cuyos participantes
hicieron más incomprensible aun el idioma japonés; en tanto disfrutábamos de
algunas bolas de arroz típicas del Japón. Definitivamente todo marchaba muy
bien en esa casona antigua que supuse era normalmente un recinto para los
seguidores del punk, porque en el momento que una persona entraba y salía de una
habitación, pude ver en el interior de la misma ropas, pulseras, correas y
otras prendas, todas negras, muchas de las cuales tenían incrustaciones de
metal, colgadas como si se tratara de una tienda de moda especializada en esa
cultura.
Entonces alguien tocó mi hombro, volteé
y vi a un chico de veintitantos años como yo, de pie e inclinado hacia mí,
delgado y de mediana estatura, vestido con un traje de sastre muy pegado a su
cuerpo y con un polo en vez de la tradicional combinación de camisa y corbata;
todo el conjunto completamente de negro.
-¿Qué es esto?- me preguntó señalando a
los que bailaban.
Entre gritos, obviamente por la bulla
de la fiesta, empezamos a dialogar:
-¿Qué?- le dije confundido al no
entender el significado de su pregunta; además trataba de adivinar mentalmente
de quién estaba disfrazado.
-¿Qué es esta fiesta?- me preguntó de
nuevo.
Me di cuenta de que no era un otaku y que su ropa no era un disfraz.
-Es una fiesta de anime- le respondí.
-¿Anime?...
Ah, esas cosas japonesas- me dijo.
-Sí, esas cosas- le dije.
-¿Me puedo sentar?- me preguntó
señalando el desocupado asiento de Eduardo.
-Claro- le respondí, y en un extraño arranque
de cordialidad (y de conchudez) de mi parte, mientras le acercaba la botella y el
vaso de Eduardo, le dije: -sírvete cerveza si quieres.
Agradecido y visiblemente complacido
por mi amabilidad cogió la botella y llenó el vaso.
-Pensé que eras otro…- casi le dije otaku pero supuse que no sabría el
significado de esa palabra -… aficionado a estas cosas.
-No, no- dijo -la verdad no me llama la
atención, pero respeto el gusto de los demás, así como yo espero que respeten
los míos.
Sus palabras me parecieron enigmáticas
y por eso le pregunté:
-¿A ti que te gusta?
Y me respondió:
-La oscuridad y la muerte.
Recordé entonces las prendas que había
visto en esa habitación que parecía una tienda de ropa, y teniendo en cuenta
eso de “oscuridad y muerte”, entendí que esa casona no era un centro de reunión
para punk’s sino para otro tipo de personas que también gustan vestir de negro,
que la presencia de mi interlocutor en ese lugar no era casualidad, que él ya
había estado ahí antes…
-¡Ah… eres gótico!- le dije emocionado por mi brillante deducción.
Él no recibió con alegría mis palabras:
-Me gusta la oscuridad y la muerte,
punto.- me dijo seriamente -Eso de gótico
no es más que una etiqueta inventada por la sociedad.
Su repentina seriedad me causo gracia,
la que supe ocultar.
-¿Y cómo así llegaste acá?- le pregunté
queriendo confirmar mis deducciones.
-Acá nos reunimos los sábados en la noche… no sabía que hoy lo habían alquilado
para otra cosa.
En ese momento nos presentamos. Le dije
que era un estudiante de Ingeniería de Sistemas, soltero y sin trabajo; él me
dijo que tenía una esposa y una hija pequeña, y que trabajaba. Le pregunté en
qué y me respondió “un trabajo de mierda como cualquier otro impuesto por la
sociedad”. Era la segunda vez que mencionaba esa última palabra despectivamente,
lo que me pareció un mal presagio. En efecto, tuve razón, porque empezó con un tedioso
discursillo acusando a la sociedad de corrupta y de marginar a toda persona que
no cumpliera con sus estándares; una sociedad que quería eliminar a los
individuos y reemplazarlos por “seres humanos producidos en masa y con el mismo
molde”. Tuviera o no razón, su forma de hablar, con el tono típico de quien se
cree dueño de la verdad absoluta, me desagradó, y peor aun cuando empezó a
juzgar mi estilo vida que supongo él consideraba demasiado burgués. Dejé de
prestarle atención y empecé a hablarle secamente. Él notó mi cambio de actitud:
“disculpa, amigo, a veces me pongo pesado. Tú… se nota que eres un buen pata[amigo]” me dijo mostrándose
arrepentido. Y, cambiando de tema de una forma alucinante, me contó lo
siguiente:
-Sabes… a mi esposa y a mí nos gusta ir
a los cementerios en las noches y hacer el amor cerca de las tumbas.
-¿En serio?- dije sorprendido, y eso
que aún no había recibido la mayor sorpresa:
-Sí, sí, es una experiencia increíble,
deberías probarlo alguna vez, ¿no te gustaría hacerlo un día con nosotros?
Viendo su rostro supe que hablaba en serio. Me reí sintiéndome incómodo y halagado
a la vez.
-No, gracias, amigo. No le voy a esas
cosas- le dije, pero fue una verdad a medias. Era (y soy) un pervertido: si me
hubiera dicho para hacerlo en un hotel en vez de un cementerio probablemente
hubiera aceptado.
Él sólo asintió con la cabeza. Le
pregunté:
-¿No les da miedo a ti y a tu mujer?
-No, para nada.- dijo con una sonrisa
presuntuosa -A los muertos no hay que tenerles miedo, sino a los vivos… ¿sabes
cómo me protejo de los vivos?
Y abriendo un poco su sacó me mostró un
cuchillo enfundado de regular tamaño que colgaba de su cinturón. Hizo ese gesto
con total naturalidad, como quien muestra un objeto ordinario, sin ningún ánimo
de parecer amenazador; por ello no me alarmé.
-Tienes razón: los vivos son el
verdadero peligro- le dije tranquilamente siguiéndole la corriente porque la verdad
ya no se me ocurría qué más decir.
-¿Por qué no tomas?
-No bebo alcohol- le respondí.
-¿No tomas alcohol?- dijo con la típica
incredulidad y desaprobación de quien ve con malos ojos a los abstemios.
-No- respondí seguro de mí mismo -no
bebo, no fumo… ni bailo- dije lo último riendo para tampoco sonar muy serio. Y agregué
anticipando su posible siguiente pregunte: -Sólo vine por curiosidad y
acompañando a un pata.
Pasaron otros minutos sin decirnos
nada.
-No me gusta mucho esta música pero
igual tengo ganas de bailar- me dijo entonces. Se paró y, como finalizando
nuestra interacción, continuó: -Gracias por la cerveza, amigo.
Pensé que buscaría a alguna chica para
que fuera su pareja de baile pero lo que hizo fue ponerse a bailar solo.
Bailaba a un ritmo que no correspondía al de la música de la fiesta, como si estuviera
escuchando canciones distintas a las que los demás escuchaban. Se movía como si
llevara abanicos en sus manos, lo que me hizo recordar los bailes del grupo LocoMía. Vi mi reloj y eran las 3 de la mañana.
Tres horas más tarde ya estaba
amaneciendo, y Eduardo y yo abandonábamos la casona rumbo a la avenida más
cercana para tomar un taxi. Eduardo, quien había tomado 5 botellas grandes de
cerveza, caminaba tambaleándose hasta que cayó de rodillas. Lo ayudé a
levantarse y sólo apoyado en mí pudo caminar.
-¿Para eso chupas?- le dije burlándome -¿para
terminar en el suelo?
No se quedó callado:
-¿Qué esperas pues, huevón? Si no has
tomado nada: yo me he tenido que tomar todas las chelas.
Me cagué de la risa.
Cuando tomamos el taxi le dijo al taxista
para ir a la avenida La Marina (avenida donde, yo no lo sabía entonces, abundan
discotecas y restaurantes de comida rápida), a un local de pollos a la brasa
porque (Eduardo) tenía mucho hambre.
-¿Hay algún pollería abierta un domingo
a estas horas?- le pregunté ingenuamente.
-Puta madre, Josué, no sabes ni un
carajo: tienes que salir más- fue su respuesta.
Es increíble la capacidad de tus textos de captar los instantes; con esa prosa entre la practicidad más grande y la sensibilidad que eso conlleva (porque pese a lo que insisten los cultores del palabrerío, en el transcurrir de las horas subsiste una honda sensibilidad). Un gran ojo tenés para construir los diálogos, las situaciones, los encuadres,,,
ResponderEliminarSon como principios que no necesitan mayores explicaciones, esa sutileza es sublime. Es como hablar con las voces que uno encuentra (y creo que eso es escribir).
Tus protagonistas siempre cultivan una interesante mirada de libertad ante lo que los rodea. Son especiales porque se tienen asumidos y a la vez en construcción permanente (Un hermoso equilibrio entre buscar verdades y no hacerlas absolutas).
Me encantó, un fuerte abrazo desde Argentina.
muchas gracias juan por tus elogiosas palabras y por tu analisis. a parte de escritor talentoso eres tambien un gran comentarista/critico por la forma precisa en que desglosas los textos. entre todas las cosas que dijiste personalmente mi preferida fue la parte en donde calificas mi prosa de "practica" porque es mi objetivo escribir asi.
Eliminargracias nuevamente y un fraternal abrazo peruano-limeño
Pensé que ibas a seguir contando qué pasó en la pollería!!! O que el gótico aparecería en alguna esquina de La Marina como fantasma! jajajaja me pareció buenaza la historia e imaginé cada uno de los momentos que relatas. Es más, se acercó una amiga del trabajo y se quedó leyendo y me dijo: qué más, qué más! jajaja Estaba detrás mio leyendo tb!
ResponderEliminarUn beso grande Ludobit, como siempre, un placer leerte!
jajaja... lamento informarte marite que lo que paso en la polleria no fue la gran cosa: fuimos, comimos, y nos marchamos a nuestras respectivas casas...
Eliminarahora, se me han ocurrido miles de formas de recontar los hechos ya en un cuento (o sea inventando cosas) asi que de seguro tarde o temprano el gotico estara de vuelta por aqui jaja
besos... a ti y a tu amiga :)
Creí que te encontrarías en la pollería al gótico... Me pregunto de qué hablaban exactamente en sus reuniones?, o qué hacían...
ResponderEliminarQue lindas palabras las de Juan Ojeda :)
Besos mentales!
pues si ese local a un existe de repente regrese un dia en afan de investigacion y me entere mas de la movida gotica en lima, seria un proyecto interesante, y tal vez me reencuentre con el gotico jaja.
Eliminarbesos mentalmente reciprocos, belleza :)
Me agradan los pervertidos seriecitos son sexis.
ResponderEliminargracias por hacerme sentir sexi por primera vez en mi vida, bellarte :D
Eliminarp.d: el nickname "midiadedescanso" te suena?
Brujo.
EliminarAl inicio pensé que el gótico iba a gilearte, aunque lo hizo a medias cuando te propuso tener sexo junto a él y su esposa en el cementerio... vaya.
ResponderEliminarjaja supongo q es una forma de verlo.
Eliminarsaludos, edch
Ajá, tu forma de contar las cosas es muy natural y convincente, me recuerda mucho a la forma de escribir del chico que me gusta, diría que hasta ustedes dos se parecen. El chico punk te invitó a hacer un trío? Qué cordial :) Un beso ludo.
ResponderEliminargracias por tu comentario, paty. vi en mi correo 3 mensajes tuyo es en mi blog y pense qué pasó? jaja. procedo a borrar lo repetido. ah verdad... no supe como sacar la verificacion de letras :(
Eliminarun beso
Yo me disfrazaría de Sasori de Naruto para poder pintarme el pelo de rojo XD wow que miedo que alguien te muestre un puñal así, al menos a mi que me han querido quitar mi cámara amenazándome con un destornillador :s
ResponderEliminarSaludos! ah! y sí puedes pasar por Gendo Ikari, también era algo pervertido XD
jaja disfrazarse siempre me ha parecido algo divertido y algo q tengo pendiente aun. a ver si me animo este año :)
Eliminarsaludos, munani