Antes de tomarnos un examen, el
profesor Morales reacomodaba nuestros lugares en el aula asegurándose de que
los alumnos más propensos a hacer trampa se sentaran al alcance de su vista.
Antes de aquella prueba de historia, en
4to de secundaria, no fue la excepción.
Yo terminé sentado junto a la pared de
al fondo, y ahí nomás, delante de mí, Rojas Aguilar. Fue lo mejor que le pudo
haber pasado a Rojas en ese momento. Él medía 1.85m y era corpulento, más por
grasa que por músculos, mientras que yo era un escuálido adolescente de 1.70m.
Así que, desde mi posición y con toda su humanidad tapándome, yo era prácticamente
invisible a los ojos del profesor. Supongo que el profesor confiaba en mí por
ser uno de los primeros puestos, y que consideraba a Rojas no lo
suficientemente tramposo como para ponerlo más adelante. Como sea, hizo mal.
Apenas empezó la prueba Rojas me dijo: “Ya, Souza: saca tu cuaderno”, lo que
hice sintiéndome seguro bajo su sombra. Y así trabajamos en equipo.
Y cuando digo todos, me refiero a mis
compañeros y, también por supuesto, al profesor Morales, quien otro día en el recreo
me pasó la voz para conversar “un ratito”. De inmediato supe de qué quería
hablar conmigo. Pensé que me haría acusaciones, pero no; todas fueron
indirectas: “¿no te sientes mal, Souza, porque Rojas te ganó en el examen?”, “¿no
te parece raro que Rojas haya sacado 19?”, ”¿no tienes nada qué contarme, Souza?”,
y más cosas así, siempre en un tono irónico, que evidenciaban que no tenía
pruebas contundentes. Y aunque las hubiera tenido a mí la verdad no me hubiese
importado: era un adolescente displicente que si sobresalía en el colegio era
por la mediocridad del mismo. Yo me hice el loco y le respondía tranquilo y
sonriente; pero secretamente me sentía satisfecho por mi obra.
En el examen, de haberlo querido, le
hubiera pasado a Rojas buenas respuestas como para que sacara un 11 (o sea lo
mínimo para aprobar) y nadie sospechara después, y era eso lo que iba a hacer
inicialmente, pero luego pensé: “¿no sería divertido que Rojas y yo sacáramos 20?”,
y siguiendo con mis pensamientos: “¿no sería aun más divertido que él sacara
más nota que yo?”. Si al final Rojas no sacó 20 fue porque decidí darle un
toque de credibilidad al asunto: ni cagando Rojas iba a sacar la máxima nota en
algún examen.
El ciclo pasado no sabía una pregunta y le tuve que preguntar a mi compañero del costado con el que supuestamente competía. Esa vez, me sentì completamente derrotado. No me molesta pasar respuestas, detesto perdilas.
ResponderEliminara mi me pasaba lo mismo pero con gente q no conocia o q me caian mal, por eso trataba siempre de estar sentado cerca a un amigo. por orgullo he llegado incluso a jalar (y no me arrepiento).
Eliminarsaludos, munani
tienes un premio en mi blog
Eliminarthanks a lot!
Eliminar"Era un adolescente displicente que si sobresalía en el colegio era por la mediocridad del mismo". Me gustó mucho esta oración. Perfecto.
ResponderEliminarNunca me ha gustado pasar respuestas ni copiarme, ni aunque me amedrentaran los pendejitos del aula, a mí nadie me jode mi nota xD
Saludos
jaja. yo no tenia problemas en soplar, solo q me daba nervios la idea de q me pudieran descubrir (en la universidad principalmente).
Eliminarsaludos, edch
Recuerdos de secundaria, como para llenar un libro completo. Te felicito, muy divertido. Un beso.
ResponderEliminargracias, bellarte. tu siempre apoyandome :)
Eliminarbesos
Te apoyo, pollito ;)
Eliminarjaja thanks, my friend
EliminarQuién no ha pasado por eso en algún momento... Copiar o soplar en un examen es típico aunque sea una vez en la vida. Ese profe Morales sí que no sabe de "la vida". Y como dices, si hubiera querido, pasabas a Rojas, pero hay que darle chance a otros tb no?
ResponderEliminarjajaja
Muy bueno, como siempre.
Un beso!
hay profesores asi, como tambien los hay mucho menos estrictos que se hacen de la vista gorda (he conocido mucho asi en la universidad).
Eliminargracias por tu comentario, marite, saludos :)
jajaja ya me hubiera gustado tener un compañero tan bueno como tú... en mi caso yo era de las que se pegaban un papelito de apuntes bajo la falda... eso en historia claro, en otras materias no necesitaba ningún papelito... ;)
ResponderEliminarBesos mentales.
no tienes idea d lo mucho q me hubiera ayudado usar falda en varios examenes jajaja
Eliminarun beso, belleza negativa
Sí, a mí siempre me tocaba el papel de Souza; y nunca tuve el gusto de poder copiarme,,, claro está no por una convicción ética sino por la imposibilidad de pasar por ese instante de adrenalina. Nunca me pareció que ameritara para un examen, prefiero estudiar y dejar la adrenalina para ocasiones mejores, je.
ResponderEliminarUn abrazo, me gusta mucho la naturalidad de tus relatos.
siempre he envidiado la sangre fria de algunos para hacerlo con la mas completa naturalidad. al igual q tu, la adrenalina en vez de motivarme, me cohibia.
Eliminarsaludos, juan
"muy fácil el examen, pues, profe", jaja la frase célebre del relato.
ResponderEliminarOdio las dos cosas, copiar y pasar, más que nada por una cuestión de honestidad. Recuerdo que en un examen de la universidad saqué sin roche mi tablita de fórmulas...el profe me vio pero no dijo nada...a ver, que me diga algo nomás...
Saludos Ludo, divertido relato.
Pdta: Procura sacar la "verificación de palabras". Jode.
depende del profesor, tuve uno incluso q nos dejada dar prueba con libros y cuadernos abierto... igual jalabamos jaja.
Eliminarbesos, paty.
p.d: no sabia q tenia habilitado eso de verificacion de palabras. lo voy a quitar, a mi tampoco me gustan. gracias por avisarme :)
Yo jamás me copié ni hice trampa cuando estaba en el colegio, en la universidad, en cambio, después de llevar un curso por segunda vez sentía que mi obligación moral era aprobar así sea con trampa o copiando.
ResponderEliminarwww.artbyarion.blogspot.com
definitivamente es todo un dilema moral.
Eliminargracias por tu comentario, arion. saludos