Ahora que
lo pienso, que el profesor Pepito nos hiciera ver “Al maestro con cariño”["To sir with love"] no
fue porque la historia trate sobre temas como el racismo y la tolerancia; esto
fue sólo la excusa para que pudiera compartir con nosotros, sus alumnos del
quinto grado, la película que seguramente era su favorita por sentirse
plenamente identificado con el protagonista: un maestro negro enseñando en un
aula de puros alumnos blancos y, para concha, problemáticos. Bueno, racialmente
nuestra aula era más variada pero definitivamente el único zambo ahí era el
profesor Pepito, y tampoco éramos lo desadaptados que eran esos estudiantes
ingleses, sólo algo inquietos. De todas formas pienso el profesor Pepito se
sentía Sidney Poitier en ese papel de maestro cada vez que iba a trabajar al Salesiano
Rosenthal. Ahora, por qué nos hizo ver “La novicia rebelde”["The sound of music"] no lo sé. No hay nada
en esa película con que él se pudiera identificar ni directa ni indirectamente,
y tampoco tiene enseñanzas tan profundas como “Al maestro…”; sólo es acerca de una
adinerada familia austriaca en plena segunda guerra mundial haciéndole frente a
los nazis… cantando. Supongo que fue esto último lo que enganchaba a nuestro
profesor y que si nos mostró esa película fue para transmitirnos su entusiasmo
por el canto. Sí, tuvo que haber sido eso, porque poco después nos anunciaría
que todo el quinto y el sexto grado se juntarían para formar un coro.
En unos
meses ya estábamos en la ceremonia por el día del padre, vestidos con un poncho
celeste de satén, cantando:
DO…minemos nuestra voz
RE…pitiendo sin cesar
MI… lección si entiendes ya
FA…cil es poder cachar (perdón, cantar; es que nunca faltaba quien solapa nomás cambiara la letra)
lalala etc.
O sea “Do-Re-Mi”
y otro par de canciones de la “La
novicia…” acompañados por una pista musical y con el profesor Pepito
dirigiéndonos con una varita. El aplauso del público fue un poco más sincero
que en los números que nos precedieron así que se podría decir que no lo
hicimos mal. Desde entonces estaba asegurado que cantaríamos en todas las
actuaciones del colegio, para el orgullo y felicidad del profesor Pepito, o “Pantro”
(porque se parecía a Pantro de los Thundercats), quien tuvo que expandir el
repertorio. “La malagueña” (versión Pablito Ruiz) sería una de las nuevas
canciones y todo un reto para el solista por el largo y agudo “que eres
liiiiiiiiiiii...inda hechicera” que se repetía dos veces en la canción. Pero
así como era un reto, era también una gran oportunidad de lucimiento, y por eso
se produjo un pequeño conflicto entre los dos mejores cantantes del coro,
Aguirre y el lame-culos de Jaramillo. Al final el elegido fue Aguirre, lo que
provocó en Jaramillo una rabieta tal que sus padres fueron a hablar
personalmente con el cura director para que su hijo cantara uno de los dos solos.
Eso no pasó. Cómo le habrá dolido a Jaramillo los aplausos que provocó Aguirre
a mitad de la canción la primera vez que la cantamos; y cómo habrá gozado
cuando en otra presentación, en una de esas “i” repetidas, a Aguirre le salió
un gallazo. Y es que armar un coro con niños a una edad en la que empiezan a
dejar de serlo tal vez no sea una buena idea. Yendo de los mejores cantantes a
los peores, estábamos divididos en 3 grupos: primera, segunda y tercera voz,
pero constantemente el profesor nos redistribuía porque de pronto alguien
cambiaba de voz.
Yo por
ejemplo empecé siendo segunda pero acabé en la tercera; ni siguiera ni
experiencia previa me salvó del descenso. Un par de años antes de que llegara
el profesor Pepito al Rosenthal (llegó justo cuando yo pasaba a quinto grado)
participé de un recién creado coro a donde llegué por descarte porque era
obligatorio estar en alguna actividad extracurricular y en los deportes era un
cero a la izquierda. En ese coro no llegábamos ni a diez y aquí no había pista
musicales, siempre era el profesor Rengifo quien nos acompañaba con su guitarra.
Pero esta iniciativa no llegó lejos a pesar de que parecíamos ser el relleno
perfecto para las actuaciones en donde siempre salíamos a cantar una y otra vez
la misma canción de José Luis Perales, “Que canten los niños”, canción en la
que incluso tuve mis segundos como solista porque cada miembro tenía reservado
para sí una de las líneas (sólo por citar algunas):
Yo canto para que me dejen vivir
Yo canto para que sonría mamá
Yo canto para que sea el cielo azul
Yo canto para que…
Y ya
pues, el que yo tuviera que cantar demuestra la escasez de talento en ese coro y
por qué duró un año nomás.
Lamento
no tener una voz adecuada para el canto; de lo contrario tal vez hubiera sido
menos patética mi performance la vez que le canté por teléfono a una chica
“Puente” de Gustavo Cerati. Aunque todo vale si se trata de vacilarse y los
karaokes son una buena muestra de ello. Nunca he ido a uno propiamente dicho
pero hay videojuegos como el “SingStar” para Playstation 3 que bien simula la
situación; así acabamos una noche con unos amigos de la facultad, todos
hombres, cantando el “Aserejé” de Las Ketchup o peor aún “Desesperada” de Marta Sánchez. Por algún rincón de internet está el video de esa velada. Pero si es “interesante”
la imagen de cuatro chicos cantando Soy
una mujer normal, una rosa blanca de metal... creo que más lo fue el número
musical que armaron un día Medina y Sánchez, dos compañeros de cuarto de
secundaria, en el que aprovechando que no había ningún profesor en el aula se pusieron
a cantar (con un inglés fingido) “Summer Nights” de la película “Grease”,
asumiendo cada uno el rol de John Travolta y Olivia Newton John respectivamente.
El chongo hubiera continuado si no fuera por una bola de papel del tamaño de
una pelota de fútbol, que fue justamente lo que les lanzó Padilla al grito de “¡ya
basta de tanta mariconada!”, pero al muy pajero le falló la puntería y terminó
rompiendo una de los vidrios que daban a la calle, lo que de inmediato llamó la atención
de maestros y curas. Hay formas y formas de protestar: yo de niño hubiera
preferido mil veces que mis hermanos me hubieran lanzado cosas cada vez que me
ponía a cantar villancicos acompañado por un cassette de “Los Toribianitos”, antes
de lo que hicieron finalmente: tirar secretamente ese cassette a la basura. Un
día simplemente no lo encontré más y recién el año pasado me revelaron el
misterio de esa desaparición.
Diría que
me deben un cassette, o un cd en todo caso, pero creo que “Los Toribianitos” ya no
existen. En mi niñez eran EL coro, por eso era inevitable las comparaciones con
el nuestro formado por el profesor Pepito, aunque esas comparaciones eran
principalmente en son de burla porque “Los “Toribianitos”, que creo no pasaban
de 20 integrantes, nos daban mil patadas a nosotros que éramos alrededor de
100. Y el profesor Pepito lo sabía, por eso es comprensible que a último minuto
haya cancelado nuestra presentación en una actuación en la que se había
anunciado una gran sorpresa al final. Esa gran sorpresa resultaron ser
precisamente los niños cantores del Colegio de Santo Toribio.
***
Do Re Mi
Do Re Mi
La malagueña (Pablito Ruiz)
Que canten los niños (José Luis Perales)
Puente (Gustavo Cerati)
Aserejé (Las Ketchup)
Desesperada (Martha Sánchez)
Summer Nights (de la película Grease)
Los Toribianitos